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SEMANA GUADALUPANA
Y al llegar a la cumbre del cerrito, tuvo la dicha de ver a una
Doncella, que por amor a él estaba allí de pie, la cual tuvo la
delicadeza de invitarlo a que viniera ‘juntito’ a Ella.
Ante su presencia se postró. Escuchó su venerable aliento, su
amada palabra, infinitamente grata, aunque al mismo tiempo
majestuosa, fascinante, como de un amor que del todo se entrega.
Se dignó decirle: “Escucha bien, hijito mío el más pequeño, mi
Juanito: ¿A dónde te diriges?”
Silencio
¿Qué experimentaría Juan Diego al escuchar su nombre?
Imagina ¿qué sentirías tú al ser llamado por tu nombre por la
Virgen?
Silencio
¿Cómo has sentido el llamado de María de Guadalupe que te
invita a venir a Ella? ¿qué experimentas cuando la miras?
Silencio
Haz tuya la pregunta a Juan Diego: “¿A dónde te diriges?”
Silencio.
Todas las personas, como hijas de Dios, somos dignas de confianza
y de comunicar un mensaje, María Guadalupe reconoce en Juan
Diego la fuerza de su palabra y su fe y le hace portavoz de un
mensaje.
Escuchemos del Nican Mopohua (26-32).
Mucho quiero, ardo en deseos de que aquí tengan la bondad
de construirme mi templecito, para allí mostrárselo a Ustedes,
engrandecerlo, entregárselo a Él, a Él que es todo mi amor, a Él
que es mi mirada compasiva, a Él que es mi auxilio, a Él que es mi
salvación.
Porque en verdad yo me honro en ser madre compasiva de
todos ustedes, tuya y de todas las gentes que aquí en esta tierra
están en uno, y de los demás variados linajes de hombres, mis
amadores, los que a mí clamen, los que me busquen, los que me
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