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La Iglesia de esta ciudad quiere ser nuevamente misio-
nera (Edicto de clausura del II Sínodo 36) y, la gran Ciudad
de México es el campo de misión de esta Iglesia local (Id 2);
para lograr este propósito, necesitamos estar animados por
“el espíritu misionero que nos ha de alentar en una nueva
pastoral urbana” (Id 44) (ECUCIM 4224).
3. La pastoral de encarnación nos interpela a seguir el
modelo de Cristo que se hace en todo semejante a nosotros,
menos en el pecado, y muestra una gran cercanía a las rea-
lidades de sus interlocutores. La actitud de encarnación es
también semejante a la de Santa María de Guadalupe, quien
asumió el rostro mestizo que les permitió a los habitantes de
estas tierras ver en ella a la Tonantzin, la madre del verdadero
Dios por quien se vive.
4. Sin olvidar que Dios pone su gracia y permite que
se construya el Reino, Él nos invita a responderle, como nos
recuerda San Agustín: “Dios que te creó sin ti, no te salvará
sin ti”. De ahí, el Sínodo pidió una pastoral de testimonio que
nos llamara a dar el sí cotidiano. Dentro de esta dimensión
de la fe, el Sínodo nos recuerda que la pastoral social es la
manifestación testimonial por excelencia. Este aspecto del
testimonio abarca también varias dimensiones de acción y
compromiso: ‘asistencia’ a los especialmente necesitados, ‘pro-
moción’ del crecimiento y desarrollo de las personas, ‘cambio’
de la sociedad para hacerla más digna, justa y fraterna (cfr.
ECUCIM 4235).
5. “La Iglesia debe ir hacia el diálogo con el mundo en
que le toca vivir […] La Iglesia se hace palabra; la Iglesia se hace
mensaje; la Iglesia se hace coloquio” (Ecclesiam Suam 34).
Siguiendo el ejemplo de Cristo, nuestro II Sínodo nos impulsó
a ser una Iglesia en diálogo con sus interlocutores, un diálogo
franco y sincero, capaz de reconocer las “semillas del Verbo”,
esas inquietudes esenciales que nos permiten descubrir la
sed de Dios y la puerta para dejar que el Espíritu entre en los
corazones.