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escucha lo que le aflige y preocupa. Ella reconoce la preocupación
de Juan Diego y sabe que es de vida o muerte, por ello, infunde
en él seguridad y confianza: “Que no se altere tu rostro, tu
corazón. Por favor, no temas esta enfermedad, ni en ningún
modo a enfermedad otra alguna o dolor entristecedor.” Además,
la Virgen le ofrece toda su protección de madre: “¿Acaso no
estoy yo aquí, yo que tengo el honor de ser tu madre? ¿Acaso
no estás bajo mi sombra, bajo mi amparo? ¿Acaso no soy yo la
fuente de tu alegría? ¿Qué no estás en mi regazo, en el cruce de
mis brazos?”
Estas palabras son las que dan confianza y esperanza a Juan
Diego al escuchar la palabra de su interlocutora. “Te doy la plena
seguridad de que ya sanó”. El relato cuenta que Juan Diego
continúa su misión y confía en esa Palabra.
La presencia de la Virgen es una presencia consoladora de todo
el pueblo mexicano. Ella nos remite a su Hijo Jesús, en quien
encontramos el camino, la verdad y la vida.
Jesucristo le muestra al ser humano su altísima dignidad
En la actualidad necesitamos reencontrarnos con el Dios de
Jesucristo y volver al Evangelio. Porque solamente desde allí
podemos comprender quiénes somos y a qué estamos llamados
como Iglesia redimida. Para recuperar una sana visión del ser
humano, hemos de hacerlo desde la contemplación del misterio
de Cristo redentor. Encontrarnos con el Dios de Jesucristo
nos permitirá contemplar en él una imagen de hombre que
reconozca la bondad original con la que fuimos creados, en
libertad y para el bien. Pero también, nos permitirá contemplar
nuestro ser fracturado interiormente, nuestras dificultades para
mantener el equilibrio interior, los conflictos interpersonales, el
pecado humano que hoy tiene múltiples manifestaciones y la
ambigüedad radical de la vida humana que tiene rostro de crisis
de esperanza.
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NOVENA INTERCONTINENTAL
GUADALUPANA