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109. Muchas personas se acercan, todavía, a nuestras
comunidades buscando “unidades de primeros auxilios” ante
emergencias de todo tipo, desde aquellas espirituales, has-
ta las que tocan a la salud, la alimentación, la vivienda, etc.
¿Cuántas de estas personas salen de nuestros templos con el
corazón y las manos vacías porque no tenemos los recursos
espirituales, profesionales y materiales para ayudarles? ¿Cuán-
tas veces fallamos en compartirles lo mejor que tenemos, a
Jesús (cfr. Hch 3,6), porque no encontraron en nosotros una
sonrisa, una mirada compasiva o un consuelo?
c. Autoritarismo, clericalismo, fundamentalismo,
legalismo
110. Las relaciones humanas están cada vez más regidas
desde la horizontalidad y la lógica de la participación demo-
crática. Las dinámicas eclesiales en las que se proponen las
ideas, decisiones o proyectos de una sola persona (sea un mi-
nistro ordenado o líder laico) resultan chocantes para muchos.
Si bien la vida de la Iglesia no se rige como una democracia
donde las decisiones se someten a la mayoría, el ejercicio de
la autoridad está motivado por el discernimiento personal y
comunitario. La apertura de los distintos liderazgos en la Igle-
sia a discernir sus propuestas a partir de la escucha atenta a
la comunidad, es todavía una tarea incipiente y, en muchos
lugares, difícil de entender. Esto se traduce en una crisis de
liderazgo y servicio, que genera ambientes poco armónicos,
relaciones interpersonales conflictivas, imposibilidad de pla-
neación eficaz y continuada.
111. A ello se suma la cerrazón al diálogo con creencias,
culturas o ideas distintas y la tendencia a la imposición, desde
una equivocada concepción de la fidelidad a la verdad del
Evangelio, y desde la actitud de condena y menosprecio, lo
que dificulta el encuentro con los alejados.


































































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