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deben acceder a una formación interdisciplinar más amplia
sobre noviazgo y matrimonio, procurando garantizar una
maduración suficiente para que los futuros ministros posean
el equilibrio psíquico y la preparación necesaria que su tarea
les exige (cfr. Amoris laetitia 202-203).
137. Es necesario insistir en la necesidad de la formación
y profesionalización constante de agentes laicos de pastoral
familiar con ayuda de psicopedagogos, médicos de familia,
médicos comunitarios, asistentes sociales, etc., con apertura
a recibir los aportes de la psicología, la sociología, la sexología
e incluso el counseling (cfr. Amoris laetitia 204).
d. Una Iglesia Madre que acoge,
acompaña y no condena
138. Con respecto a las situaciones irregulares, de fra-
gilidad e imperfección, como personas que han contraído
solamente el matrimonio civil, que son divorciados y vueltos a
casar, o que simplemente conviven, etc., es tarea de la Iglesia
revelarles la divina pedagogía de la gracia en sus vidas y ayu-
darles a alcanzar la plenitud del designio que Dios tiene para
ellos (cfr. Amoris laetitia 297). “En la acción pastoral se trata
de integrar a todos, procurando ayudar a cada uno a encon-
trar su propia manera de participar en la comunidad eclesial,
para que se sienta objeto de una misericordia inmerecida,
incondicional y gratuita. Nadie puede ser condenado para
siempre, pues ese no es el camino y la misión de la Iglesia”
(Amoris laetitia 297).
e. La espiritualidad de la familia
139. Si bien, la familia es imagen viva del misterio divino
conformado por un conjunto de relaciones de amor, de comu-
nión, de comunicación y un proyecto de salvación que tiene
para cada uno de nosotros, está llamada a hundir sus raíces
en el misterio de Dios, ya que la familia real y concreta, con
todos sus sufrimientos y luchas, alegrías, quehaceres y vivir

































































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