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SEMANA GUADALUPANA
La nación se inicia al levantarse el templo “la casita sagrada” como
lo expresaba el Papa Francisco y se extingue al destruirse este.
Como ya no había templos mexicanos, había cesado de existir la
nación mexicana. Ahora bien, con ese templo que ella pide para
su Hijo, la nación va a resurgir; el templo es el lugar donde Ella
mostrará a su Hijo (PGP 152).
Pero la casita sagrada no solo es una ermita o una bella basílica,
sino que la Virgen pidió que nos esforcemos por construir una
verdadera comunidad en donde se uniera toda raza, toda raíz
y toda cultura. El hecho de que la Virgen mencionara que en
esa “casita sagrada”, en ese templo, lo entregaría a todas las
personas, a todas “las gentes”, confirmaba que ella venía a
entregar el Amor, que es su propio Hijo, no sólo a los indígenas
ni a los españoles, sino a todo ser humano. Ella sigue integrando
a todos en la armonía y la unidad que se da sólo en el amor,
formando una sola familia con todo ser humano. De hecho, su
rostro mestizo también representa la integración de todo ser
humano como una verdadera familia de Dios que sabe construir
su nuevo hogar.
Lo daré a Él a todas las gentes en todo mi amor personal
En esta secuencia, el amor de Dios y el amor de la Virgen se
relacionan íntimamente, de modo que la Virgen se muestra
como el puente. El amor de Dios está presente en el amor de la
Virgen, y por ello quiere un templo donde quiere mostrarlo a Él.
Ella quiere mostrar a Dios en su amor. Ella lo transmitirá a todas
las gentes en cuanto que es madre. Así se completa el círculo, es
madre de Dios y madre de todos.
Sobresale la manera como la Virgen coloca su deseo en relación
al amor divino. Ella quiere estar entre su gente para dar a
conocer este amor de Dios. Y todo en ella será ocasión para así
transmitirlo: el amor personal de ella, su mirada compasiva, su
auxilio, su salvación. Es propio del amor querer difundirse. Ella
quiere de modo especial mostrar y ensalzar, poner de manifiesto
el amor divino.
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