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3. La Iglesia, sacramento de Cristo,
peregrina al encuentro del Padre
51. La identidad de la Iglesia se funda en ser un pueblo
elegido por Dios, ungido con su Espíritu, que peregrina por
la historia, dotada de carismas y ministerios, para continuar
la misión de Cristo.
52. “Cristo es la luz de los pueblos” (Lumen Gentium 1),
y por ello, la Iglesia es el Pueblo de Dios que peregrina en el
mundo como sacramento universal de la salvación. Esta sa-
cramentalidad exige de la Iglesia ser signo eficaz de la gracia
ofrecida por Cristo al género humano. Para ello ha de ser fiel
a Dios, de quien proviene la gracia, y fiel a los hombres, a
quienes está llamada a comunicar dicho amor divino.
53. Por ello, el Concilio nos recuerda que no solo tene-
mos una misión, sino que la Iglesia es Misión. Su sentido lo
encuentra en la comunión de los fieles que, respondiendo al
amor de Cristo que sana y vivifica, anuncia la Buena Nueva a
todas las creaturas guiada por el Espíritu Santo y hace visibles
los valores del Reino de Dios en medio del mundo.
54. En su peregrinación hacia el encuentro con el Pa-
dre, a través de la gracia del Espíritu Santo, nuestra Iglesia
diocesana es capacitada para superar las divisiones y con-
flictos internos, y para enfrentar los desafíos que el mundo
le presenta al evangelizar con valentía y esperanza a quienes
habitan y laboran en esta ciudad. Nuestra peregrinación cul-
minará cuando toda la creación sea restaurada en Cristo y se
reconcilie con el Padre (cfr. Rm 8, 21-24). En ese día, nuestra
arquidiócesis será llevada a la plenitud de la comunión con
Dios, participando en la alegría eterna del banquete celestial
(cfr. Hch 3, 21).




































































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