Page 33 - Impreso
P. 33

31
nos amó primero” (1 Jn 4, 10). Este amor gratuito, incondicional
y desinteresado es el fundamento de nuestra fe, de nuestra
espiritualidad y el motor que impulsa nuestras acciones en
la vida cotidiana (cfr. Jn 15, 13).
81. Dar testimonio de este extraordinario amor es la
mejor y más importante manera de evangelizar; por eso, la
Asamblea arquidiocesana no dudó en señalar el testimonio
personal y de comunión como imperativo para la renovación
pastoral.
82. Testimoniar el amor de Cristo es vivir de manera co-
herente los valores del Evangelio; amar a los demás como
Cristo nos amó, mostrar compasión hacia los necesitados,
perdonar a los que nos han hecho daño y ser instrumentos de
paz y reconciliación en un mundo marcado por el conflicto y
la división (cfr. Mt 18, 21-22). Es compartir nuestro testimonio
personal de cómo el amor de Dios ha transformado nuestras
vidas. Al compartir nuestras experiencias de encuentro con
Cristo y cómo su amor nos ha cambiado, inspiramos a otros a
buscar una relación más profunda con Dios y a experimentar
su amor sanador y restaurador, como en el caso de San Pablo
(cfr. Hch 9, 1-20).
83. Testimoniar el amor de Cristo conlleva ser agentes de
cambio en el mundo, trabajando por la justicia y la dignidad
de todas las personas. Esto puede implicar abogar por los
derechos de los más vulnerables, luchar contra la injusticia y
la opresión, trabajar por la paz y la reconciliación en nuestras
comunidades y familias (cfr. Mt 5, 3-12).
84. Para dar testimonio del amor del Crucificado al co-
nocimiento de las verdades del Credo y la asistencia regular
a la Santa Misa; hace falta y una profunda espiritualidad que
fundamente nuestro testimonio. Por ello, para que este tes-
timonio pueda ser creíble hace falta “renacer de lo alto” (Jn 3,
3). Esta experiencia solo se logra con una relación íntima con
Cristo crucificado y resucitado. Es la experiencia de un Dios
































































   31   32   33   34   35