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d. Para que el mundo crea
118. Los cristianos de los primeros siglos tenían claro que
la fe testificada con la vida era un gran foco de atracción, por
ello Tertuliano, en el siglo II, recogía las palabras de asombro
con que los no creyentes hablaban de los discípulos de Jesús:
“Miren cómo se aman, miren cómo están dispuestos a morir
el uno por el otro”. Así, el magisterio reciente de la Iglesia si-
gue llamando a cada creyente “a manifestar con el ejemplo
de su vida y el testimonio de la palabra el nombre nuevo de
que se revistieron por el bautismo, de tal forma que, todos los
demás, al contemplar sus buenas obras, glorifiquen al Padre”
(Ad gentes 11).
119. Los miembros de la Iglesia estamos llamados a ser
ejemplo vivo de amistad, solidaridad y caridad, puentes de
diálogo, comprensión y encuentro, promotores de la justicia y
el bien común y así testificar la acción del Señor en el corazón
y atraer a muchos a Cristo (cfr. Lumen gentium 12, Evangelii
nuntiandi 21).
3. Resonancias del Espíritu,
Asamblea arquidiocesana
120. Horizonte inspirador
La Iglesia manifestó el sueño de renovar su vocación
misionera, atreviéndose a dejar su zona de confort y salir al
encuentro de los más alejados, con apertura y empatía, bus-
cando escuchar sus anhelos y sueños para provocar un en-
cuentro con Cristo que ofrezca sentido a sus vidas y los anime
a incorporarse a la comunidad eclesial. Todos reconocimos
la importancia del testimonio personal y comunitario para
acercar a otros al Evangelio de Cristo. Para lograr este sueño,
la asamblea expresó las siguientes actitudes y acciones:




































































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