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SEMANA GUADALUPANA
“Pero, aunque voy a ejecutar esto, apenas termine, de inmediato
regresaré aquí para ir a llevar tu venerable aliento, tu amada
palabra, Señora, Virgencita mía. Por favor, ten la bondad de
perdonarme, de tenerme toda paciencia. De ninguna manera en
esto te engaño, Hija mía la más pequeña, mi adorada Princesita,
porque lo primero que haré mañana será venir a toda prisa”.
Y tan pronto como hubo escuchado la palabra de Juan Diego, tuvo
la gentileza de responderle la venerable y piadosísima Virgen: “Por
favor presta atención a esto, ojalá que quede muy grabado en tu
corazón, Hijo mío el más querido: No es nada lo que te espantó, te
afligió, que no se altere tu rostro, tu corazón. Por favor no temas
esta enfermedad, ni en ningún modo a enfermedad otra alguna
o dolor entristecedor. ¿Acaso no estoy yo aquí, yo que tengo el
honor de ser tu madre? ¿Acaso no estás bajo mi sombra, bajo mi
amparo? ¿Acaso no soy yo la fuente de tu alegría? ¿Qué no estás
en mi regazo, en el cruce de mis brazos? ¿Por ventura aún tienes
necesidad de cosa otra alguna?”
“Por favor, que ya ninguna otra cosa te angustie, te perturbe, ojalá
que no te angustie la enfermedad de tu honorable tío, de ninguna
manera morirá ahora por ella. Te doy la plena seguridad de que
ya sanó”. (Y luego, exactamente entonces, sanó su honorable tío,
como después se supo). Y Juan Diego, apenas oyó el venerable
aliento, la amada palabra de la Reina del Cielo, muchísimo con
ello se consoló, mucho con ello quedó satisfecho su corazón. Y le
suplicó instantemente que de inmediato tuviera a bien enviarlo
de mensajero para ver al gobernante Obispo, para llevarle la
señal, su comprobación, para que le crea.
Nican Mopohua 107-123
a. Pongamos atención a la crisis de ayer
El pueblo de ‘México’ (lo decimos entre comillas, pues en 1531
aún no existían las divisiones territoriales de la actualidad) en
poco tiempo había sido testigo de la caída de su sistema social
y religioso, como consecuencia de la conquista. Además de los
estragos por los enfrentamientos militares, la introducción de la
viruela ocasionó una epidemia mortal sin precedentes, todo esto
constituyó un verdadero drama, un severo trauma de identidad,
lo que hoy denominamos una crisis antropológica.
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