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b. Muchas parroquias y movimientos viven una indi-
ferencia e insensibilidad ante la realidad de las personas
que viven en situación de pobreza o vulnerabilidad, ya
sea por pereza o por una vida eclesial autorreferencial. La
indiferencia hacia la pobreza y vulnerabilidad en nues-
tras comunidades es una falla grave y pone en cuestión
la autenticidad de nuestra fe y la integridad de nuestra
misión eclesial. De esta manera, contribuimos a que la
Iglesia pierda credibilidad.
c. La falta de acciones concretas a favor de las per-
sonas en situación de pobreza y vulnerabilidad pone en
evidencia el miedo al compromiso y falta de valentía de
parte de los agentes de pastoral. El miedo al compromiso
en nuestra respuesta a la pobreza y vulnerabilidad pone
en evidencia la falta de comprensión sobre la profundi-
dad del llamado cristiano al servicio desinteresado y a
la solidaridad con los más necesitados. Además, mani-
fiesta la resistencia a abandonar nuestras comodidades
y privilegios por el bien de nuestros hermanos.
d. La falta de espiritualidad encarnada nos inca-
pacita para ver con los ojos misericordiosos con los que
nos ve Dios y vibrar con el corazón de Jesús en su amor
por las personas en situación de pobreza y vulnerabili-
dad. El reduccionismo espiritual es un enfoque limitado
que nos lleva a pensar que la espiritualidad se reduce
a prácticas devocionales y nos hace perder de vista la
dimensión humana y social del Evangelio. Así, cerramos
los ojos ante las realidades palpables de pobreza y vul-
nerabilidad y perdemos la oportunidad de acercarnos
de manera auténtica a Cristo (cfr. Mt 25, 37-39).