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Misa Exequial Mons. Abelardo Alvarado. Foto: Ricardo Sánchez.

Homilía- Misa Exequial de Mons. Abelardo Alvarado Alcántara- 5/07/21

“Yo sé bien que mi defensor está vivo y que al final se levantará en favor del humillado, de nuevo me revestiré de mi piel y con mi carne veré a mi Dios. Yo mismo lo veré y no otro, mis propios ojos lo contemplarán; ésta es la firme esperanza que tengo” (Job 19, 25-27).

En esta confesión que hace Job cuando sufre la más dura tragedia de su vida expresa su confianza y su esperanza en Dios. Para poder llegar a esta experiencia siempre se necesita que durante la vida tengamos luz que me oriente. ¿Quién es esa luz que nos puede orientar definitivamente al término de nuestra vida terrenal, y así llegar, sabiendo lo que nos espera con la alegría de haber llegado a la meta, porque en ella descubriremos nuestro verdadero destino. Esa luz y salvación la encontramos en Jesucristo.

Job no lo conoció, vivió antes de Jesús, de manera que tenemos todavía mayor capacidad y recursos quienes somos discípulos de Cristo, para caminar en esta vida, afrontando toda serie de dificultades.

En estos últimos días, Monseñor Abelardo vivió el sufrimiento en sus máximas expresiones, pero en su corazón lo que vivió a lo largo de su vida, la entrega al Señor respondiendo a su vocación, sin lugar a duda le preparó para esperar este momento con alegría.

En el Evangelio de San Juan, que hemos escuchado hoy, dice Jesús: “Todo lo que me ha dado el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera porque he bajado del Cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado”(Juan 5, 19).

Y luego expresa Jesús esa voluntad del Padre, dice: “Ésta es la voluntad de mi Padre, la que vengo yo a realizar, que todo el que ve al Hijo y cree en Él tenga vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día” (Juan 5, 24).

Ciertamente la separación de un ser querido, de un ser estimado, – todos los que conocimos a Monseñor Abelardo, siempre dispuesto a servir a la Iglesia y buscando los caminos para encontrar la mejor manera de que este servicio llegara a la sociedad- sin duda queremos alegrarnos por su encuentro con el Señor, dentro de lo que significa la separación física al morir, la fe supera ese temor a la muerte.

Recuerda el apóstol San Pablo en la segunda lectura: “Nosotros somos ciudadanos del Cielo, de donde aguardamos un Salvador, el Señor Jesucristo, Él transformará nuestro cuerpo humilde”. Tan humilde como ahora se encuentran los restos de Monseñor Abelardo, hechos cenizas, sin embargo, afirma San Pablo, “Él transformará nuestro cuerpo humilde según el modelo de su cuerpo glorioso, de Jesucristo, el Señor, con esa energía que posee para sometérselo todo” (Flp. 3, 20-21).

Ésta es nuestra fe cristiana: esta vida es paso, para aprender a caminar en ella es indispensable tener siempre presente el sentido de la trascendencia, de que ésta no es nuestra morada eterna, la tenemos que trascender, pasar más allá, porque más allá está quien nos ha creado, generosamente nos ha otorgado la vida y nos espera para compartirnos la vida misma de Dios, que es el amor.

Con estos sentimientos encontrados, humanamente el dolor, pero iluminados con las palabras y la vida de Jesucristo, entreguemos así a Monseñor Abelardo, y agradezcámosle a nuestro Padre Dios, la vida y el servicio que ha hecho, particularmente en esta Arquidiócesis de México, a la Conferencia del Episcopado Mexicano, y en general a la Iglesia.

Que así sea.

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