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El Arzobispo Carlos Aguiar Retes En Nuestra Señora Del Carmen, San Ángel. Foto: Ricardo Cervantes/Arquidiócesis De México.

Homilía- Visita Pastoral- Nuestra Señora del Carmen (San Ángel)

Esta vez se levantó Jonás y se fue a Nínive, como le había mandado el Señor. 

Nínive era una ciudad enorme; hacían falta tres días para recorrerla. Jonás caminó por la ciudad durante un día pregonando: ‘Dentro de 40 días Nínive será destruida’. Cuando Dios vio sus obras, cómo se convertían de su mala vida, cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles. (Jonás 3:3-10).

El profeta Jonás se resistió a esa voz que le decía: ‘Ve y profetiza, ve y háblale a esa ciudad para que cambie su forma de proceder, y su conducta’. Sin embargo, el Señor tuvo a bien hacerle ver que no se escaparía de esa misión que le ordenaba hacer.

Finalmente, él va a Nínive, predica y la gente se convierte; cuando Jonás mismo pensaba que era inútil, que era por demás, que no había nada más que hacer para evitar que viniera la catástrofe de la ciudad.

Es gracias a su predicación que la gente recapacita, desde la autoridad mayor hasta los ciudadanos de todas las categorías, y el Señor los perdona. Podemos sacar como conclusión que el Señor necesita de nosotros -quiere necesitar de nosotros- para hacer presente su mensaje también en esta inmensa Ciudad de México.

Pero necesita profetas como Jonás. Muchos se resisten, no saben cómo empezar su labor. Otros no se animan, sienten que no tienen la capacidad de llegar al corazón de la gente. Pero todos los bautizados estamos llamados a ejercer nuestra misión profética. Hoy, la Ciudad de México necesita de todos ustedes para que mejore la calidad de vida de los que aquí vivimos. Esta es la misión de la Iglesia.

En el evangelio hemos escuchado que Jesús llega a casa de sus amigos Marta, María y Lázaro, y se pone a instruirlos, a enseñarles; les abre el corazón y se propone hacerles conscientes de la necesidad que tenemos de relacionarnos con Dios.

María se sentó y se puso a escuchar al Maestro. Su hermana Marta no escuchaba; servía a la comunidad, a los grupos que se juntaban en su casa, los atendía: ‘¿Qué se le ofrece?’ ‘¿Quiere un tecito, un café o un pedacito de pan?’. Se sentía atareada por no poder ella sola atender a todos, y le reclama a Jesús: ‘Maestro, dile a mi hermana que me ayude; ahí está sentada, sin hacer nada’. Pero la respuesta de Jesús es contundente: ‘Ella ha elegido la mejor parte’.

No quiero decir que se contraponga el escuchar al Maestro con el servir. Pero es mejor elegir la primera parte. Porque si eliges escuchar al Maestro, no te vas a cansar nunca de servir. Y Marta sí se cansó de servir, por eso le reclamaba a Jesús.

La fortaleza interior que nos da conocer a Jesús Maestro, y asumir sus enseñanzas, nos pone en relación con Dios. Y al ponernos en relación con Dios -porque Él es el camino, la verdad y la vida-, dispone nuestro corazón, nuestra persona, para ayudar al prójimo, a nuestro hermano.

Por eso ustedes están integrando esta comunidad parroquial de Nuestra Señora del Carmen, con la presencia y espiritualidad de los Carmelitas. No sé si ustedes lo escogieron, pero tienen una espiritualidad para entender al Maestro Jesús, a través de la mística del Carmelo y de sus grandes sabios: Santa Teresa de Ávila, San Juan de la Cruz, Santa Teresita del Niño Jesús.

Les ha tocado la mejor parte, denle gracias a Dios. Yo le doy gracias a Dios de ustedes. Pero ahora hay que ponerlo en práctica. 

Que el señor nos dé la fuerza para cumplir con nuestra misión profética. ¡Como Jonás a Nínive, nosotros a esta gran Ciudad de México! Amén.

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