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El Cardenal Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado De México. Foto: Basílica De Guadalupe/Cortesía.

Homilía- ‘Ámense los unos a los otros como yo los he amado’- 15/05/22

Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros como yo los he amado; y por este amor reconocerán todos que ustedes son mis discípulos”.

La interpretación de este mandamiento nuevo se refiere a la relación entre las personas, que debe ser movida por el amor. Y el concepto se clarifica con el testimonio de Jesús “como yo los he amado”.  Jesús pasó haciendo el bien. Su persona no se centró en sí mismo, sino en el otro, cumpliendo la misión que el Padre le encomendó: manifestar la vida trinitaria, que es el amor incondicional que mira siempre el bien del otro por encima del propio.

¿Acudo a Jesús, para aprender de su ejemplo y fortalecer mi espíritu en vista de amar al prójimo como Él lo hizo? Porque amar al prójimo significa no solamente cuidar de la persona, sino de todo aquello que necesita para una vida digna: casa, vestido y sustento. Ciertamente nadie es capaz de resolver las necesidades de todos. La tarea es promover la colaboración de los demás para edificar una sociedad con espíritu solidario y subsidiario que ofrezca las condiciones favorables a todos sus miembros.

¿Cómo iniciar y desarrollar tan desafiante misión? Hoy la primera lectura recuerda que los primeros discípulos eran conscientes de afrontar las dificultades y para ello se animaban compartiendo sus experiencias: “Pablo y Bernabé… animaban a los discípulos y los exhortaban a perseverar en la fe, diciéndoles que hay que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios”.

Por tanto, lo primero es recordar con frecuencia, que la edificación de una sociedad, que manifieste en su estilo de vida la Civilización del Amor, es el proyecto que Dios quiere, y espera de la humanidad. El Auxilio Divino es la base y el sustento de nuestra esperanza para colaborar en dicho proyecto.

En segundo lugar, y como consecuencia de confiar y experimentar la ayuda divina, es comprometernos a vivir en comunidad: familia, vecindad, colonia, ámbito laboral, y recreativo. Para lo cual es indispensable promover y testimoniar en la relación con los demás, el respeto a la dignidad de toda persona, desde los valores de la Justicia y la Verdad.

La acción comunitaria y organizada es la gran labor a la que estamos llamados por Dios. Además, así encontraremos el sentido fundamental de nuestra vida. ¿Descubro, la importancia de promover el bien de la comunidad para vivir como buen cristiano? Para ello es indispensable dejarnos conducir por el Espíritu Santo, prometido por Jesús a su Iglesia, al Pueblo de Dios.

¿Y cómo realizamos ese aprendizaje? Como lo hacía la primitiva Iglesia: “reunieron a la comunidad y les contaron lo que había hecho Dios por medio de ellos y cómo les había abierto a los paganos las puertas de la fe”.

Con razón el Papa Francisco ha propuesto y solicitado a la Iglesia, que la Sinodalidad es la manera indicada. La cual consiste en caminar juntos, y para ello se requiere tres pasos fundamentales:

Primero: Capacidad de dialogar en escucha recíproca.

Segundo paso: Discernir en común para clarificar las situaciones, conflictos, y necesidades del Pueblo de Dios;

Tercer paso: Proponer a las respectivas autoridades las acciones convenientes, con actitud y disposición corresponsable, para realizar de forma solidaria y subsidiaria, las que decida la autoridad competente.

Estos tres pasos: capacidad de escucha recíproca, discernimiento eclesial, y acción en equipo, debe permear todas las estructuras e instancias de conducción y decisión pastoral para animar y realizar las actividades acordadas.

Así aprenderemos a caminar juntos bajo la acción del Espíritu Santo, que nos proporcionará la sabiduría y la fortaleza necesaria para no bajar la guardia ante las adversidades, dificultades, e incluso discusiones y conflictos, que de ordinario aparecen en el proceso. Al realizar este camino sinodal haremos un aporte especialmente valioso a nuestra sociedad, ante los nuevos contextos socioculturales y políticos.

Siempre los cambios de estilo en llevar la conducción social plantea enormes retos, y uno de ellos es superar la polarización que genera naturalmente lo nuevo, lo distinto. Nuestro País vive con frecuencia una polarización que enfrenta a los distintos sectores sociales, impidiendo el diálogo fecundo y creador, que conduzca a visualizar y promover las iniciativas convenientes, y la participación convencida para la ejecución. Es urgente por ello, generar caminos de reconciliación y entendimiento en todos los niveles de la sociedad.

Para aprender la escucha recíproca que exige el auténtico diálogo, es indispensable la libertad de expresión en todas sus modalidades, solo así conoceremos los argumentos y opiniones de todos; y es la base para la conciliación de los distintos puntos de vista aun los contrastados; ya que escuchar al otro me ayuda a reconocer aspectos no considerados, máxime cuando se trata de confrontaciones en las mismas informaciones.

La Iglesia tiene por misión servir a la sociedad, y para realizar esta tarea necesita generar entre los fieles una constante actitud de escucha y comprensión, ante quien piensa lo contrario. Toda comunidad eclesial debe estar siempre dispuesta a promover el diálogo para mediar y superar las polarizaciones, colaborando en la reconciliación, recordando que es el camino de la paz social.

De esta manera colaboraremos adecuadamente para hacer realidad la visión de San Juan, y participar en ella: “Vi un cielo nuevo y una tierra nueva…Es la morada de Dios con los hombres; vivirá con ellos como su Dios y ellos serán su pueblo”.

Acudamos a Nuestra Madre, María de Guadalupe, quien ya participa en plenitud de la morada de Dios, para que nos auxilie en nuestro caminar hacia la Casa del Padre.

Oración

Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, en la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, con plena confianza, mueve nuestro corazón para promover que toda persona cuente con Casa, Vestido y Sustento.

Que podamos sentir ahora más que nunca, que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

Madre de Dios y Madre nuestra, buscamos refugio bajo tu protección. Trasforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que podamos experimentar una verdadera conversión del corazón, que nos comprometa en colaborar en la integración del Pueblo de Dios.

Te encomendamos a todos los educadores y maestros para que orienten y ayuden a las nuevas generaciones en asumir los valores espirituales humanos y cristianos para que sean capaces de edificar la anhelada civilización del amor en nuestra Patria.

Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

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