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El Card. Carlos Aguiar Retes Preside La Misa Dominical. Foto: Basílica De Guadalupe/Cortesía.

El servicio a Cristo y a los demás- homilía – 17/07/22

Abraham estaba sentado en la entrada de su tienda, a la hora del calor más fuerte. Levantando la vista, vio de pronto a tres hombres, que estaban de pie ante él”.

¿A quiénes encontramos también nosotros en nuestra cotidianidad, que van de viaje, que no los conocemos, y que de repente están ante nuestros ojos? ¿No es acaso a tantos migrantes, que peregrinan en busca de mejores condiciones de vida? Y, ¿cuál es nuestra actitud: indiferencia, lástima, o como Abraham: ¿Haré que traigan un poco de agua para que se laven los pies y descansen a la sombra de estos árboles; traeré pan para que recobren las fuerzas y después continuarán su camino, pues sin duda para eso han pasado junto a su siervo”.

Somos muy conscientes que no podemos responder a los anhelos, deseos, y necesidades de cada migrante; ciertamente si estuviera en nuestras posibilidades ofrecer algún servicio como lo hizo Abraham, practicando una hospitalidad pasajera, sería de gran ayuda para quien va de paso y no conoce a nadie.

Particularmente en nuestros tiempos, y especialmente en una gran ciudad como la nuestra, no es nada fácil ser hospitalarios de forma personal, por los riesgos que conlleva abrir las puertas de nuestra casa. Por ello es tan importante colaborar con las instituciones de servicio socio-caritativas: sean públicas, privadas o eclesiales, y al menos tener información de ellas para ofrecerlas a quien las necesite.

Recordemos que atendiendo a las necesidades de nuestros prójimos encontramos a Jesús como le sucedió a Abraham: el Señor se le apareció a Abraham en el encinar de Mambré”. Además, descubriendo a Jesús en el prójimo necesitado lo hacemos presente a los demás, fortaleciendo en la esperanza a los peregrinos, y atrayendo a quienes sean testigos de nuestra acción, Jesús tocará de alguna manera sus corazones.

Así podremos dar testimonio como San Pablo: “Hermanos: Ahora me alegro de sufrir por ustedes, porque así completo lo que falta a la pasión de Cristo en mí, por el bien de su cuerpo, que es la Iglesia.”

Con nuestra respuesta, de generosa hospitalidad y ayuda a los demás, entrará Jesús como lo hizo en casa de sus amigos: “Marta, entre tanto, se afanaba en diversos quehaceres, hasta que, acercándose a Jesús, le dijo: Señor, ¿no te has dado cuenta de que mi hermana me ha dejado sola con todo el quehacer? Dile que me ayude. El Señor le respondió: Marta, Marta, muchas cosas te preocupan y te inquietan, siendo así que una sola es necesaria. María escogió la mejor parte y nadie se la quitará«.

Esta escena del evangelio de hoy, en las personas de Marta y María, expresa las dos dimensiones del servicio a Cristo y a los demás: Dar servicio de recibir y dar de comer como lo hizo Marta, y ofreciendo y escuchando la Palabra de Dios, como lo hace María, que es la mejor parte, porque en ella se fundamenta y se sustenta toda nuestra actividad humana en favor de los demás.

Debemos aprender que no todos podemos hacerlo todo, y conociendo los carismas presentes en nuestra Iglesia podremos complementarnos para que haya quienes oren más y quienes trabajen más según sus carismas, sus capacidades y sus posibilidades.

En nuestra Arquidiócesis de México, por ejemplo contamos con varias comunidades eclesiales, de vida religiosa como “los Padres fundados por San Carlos Scalabrini”,  que nos ayudan, coordinando y sumando fuerzas con fieles laicos para promover y sostener los servicios establecidos para los migrantes; así también las asociaciones eclesiales de la “Comunidad de San Egidio”, y del “movimiento de los Focolares”, las instituciones de los “Padres Jesuitas”, etc. Todos ellos están en comunión con las estructuras diocesanas para la dimensión socio-caritativa.

De la misma manera muchas otras obras de caridad, en diferentes campos (Reclusorios, Asilos para adultos, o para huérfanos, comedores para indigentes, son atendidas con esmero por varias Órdenes de religiosos y religiosas, en diferentes ámbitos de nuestra Arquidiócesis, siempre en comunión eclesial.

Los invito a conocer dichas obras de caridad, particularmente a ustedes los jóvenes, y así se alegre su corazón de colaborar con la Iglesia. Especialmente no dejen de orar por todos estos obreros del Reino de Dios, que están en los frentes más necesitados,  y muchas veces pasan desapercibidos para la mayoría de los fieles católicos.

Acercándonos así a dichas realidades comprenderemos las palabras que expresaba San Pablo a los Colosenses: “Por disposición de Dios, yo he sido constituido ministro de esta Iglesia para predicarles por entero su mensaje”. Ministerio semejante es el que hemos recibido los Obispos y los Presbíteros, y que ejercemos con la ayuda de los Diáconos y los Agentes de Pastoral. Por ello, es indispensable ofrecer a las nuevas generaciones experiencias que toquen su corazón, y lo disponga a preguntarse, cuál es su vocación y la misión a la que Dios Padre los llama.

De esta manera haremos realidad para nuestro tiempo, lo que continúa diciendo San Pablo: “Dios ha querido dar a conocer a los suyos la gloria y riqueza que este designio encierra para los paganos, es decir, que Cristo vive en ustedes y es la esperanza de la gloria. Ese mismo Cristo es el que nosotros predicamos cuando corregimos a los hombres y los instruimos con todos los recursos de la sabiduría, a fin de que todos sean cristianos perfectos”.

Por eso, el objetivo y lema de nuestra Visita Pastoral a las Parroquias es “revitalicemos nuestra fe”, y la exclamación exhortativa propuesta es “Cristo Vive, en medio de nosotros”.

Esa misma tarea es la que ha traído a nuestro País, a Nuestra Madre, María de Guadalupe. Ella ha venido a mostrarnos “al verdadero Dios por quien se vive”, a su hijo Jesucristo, quien vive en medio de nosotros y a través de nosotros. Pidámosle a Ella que nos ayude a ser fieles a nuestra misión, como Ella lo realizó.

Oración

Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, ante la dramática situación de los migrantes, que deciden peregrinar para buscar mejores condiciones de vida para ellos  y sus familias, acudimos a ti, con plena confianza, para que muevas nuestro corazón a colaborar y promover la necesidad de ofrecer la hospitalidad pasajera, pero indispensable a los migrantes que cruzan nuestro país y atraviesan por nuestra Ciudad de México.

Que podamos sentir ahora más que nunca que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

Madre de Dios y Madre nuestra, buscamos refugio bajo tu protección. Transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que podamos experimentar una verdadera conversión de corazón. Especialmente auxílianos en la responsabilidad de acompañar a los adolescentes y jóvenes, para que descubran su vocación, y puedan fortalecer su condición de discípulos de tu Hijo Jesucristo, y afrontar, con valentía y esperanza, los desafíos de nuestro tiempo.

Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo  de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

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