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El Arzobispo Carlos Aguiar Retes Preside La Misa Dominical. Foto: Basílica De Guadalupe

¿CÓMO TRASCENDEMOS A LA VIDA ETERNA? HOMILÍA DEL 12 DE FEBRERO DE 2023

“Dichoso el hombre de conducta intachable, que cumple la ley del Señor. Dichoso el que es fiel a sus enseñanzas y lo busca de todo corazón. Dichoso el que cumple la voluntad del Señor”.

Este domingo la Palabra de Dios nos orienta con varios criterios, que nos garantizan alcanzar la meta deseada por todo creyente, para todo aquel que cree y confía en la promesa divina, de que esta vida no termina con la muerte, sino que ésta, es el paso inevitable para trascender a la vida eterna, sea para la felicidad nuestra, sea para el mal eterno.

El primer criterio lo indica el libro del Eclesiástico: “Si tú lo quieres, puedes guardar los mandamientos; permanecer fiel a ellos es cosa tuya. El Señor ha puesto delante de ti fuego y agua; extiende la mano a lo que quieras. Delante del hombre están la muerte y la vida; le será dado lo que él escoja”.

Advertimos con claridad, que hace alusión directa a la libertad y a sus consecuencias, que pueden ser para bien o para mal. La libertad no solamente indica que esté en nuestras manos decidir lo que hacemos, sino también advierte que está en nuestras manos conocer y advertir las consecuencias de lo que hacemos. De esto último muchas veces no se toma conciencia antes de la decisión, y por eso es tan importante recapacitar y recoger habitualmente la experiencia propia y ajena para tener cada día, más claridad de las consecuencias de nuestras decisiones.

Un segundo criterio lo encontramos al final del Evangelio, cuando Jesús aconseja: “Tampoco jures por tu cabeza, porque no puedes hacer blanco o negro uno solo de tus cabellos. Digan simplemente sí, cuando es sí; y no, cuando es no. Lo que se diga de más, viene del maligno”.

De esta manera Jesús nos instruye sobre la importancia de hablar siempre conforme a lo que nos parece correcto, lo que creemos conveniente, lo que estamos convencidos que es para bien, y no para el mal proceder. Así podemos traducir este criterio: La verdad y sencillez en el hablar, es el camino a seguir, por el discípulo de Cristo.

Jesús precedentemente afirmó: “Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el Reino de los cielos”.

¿Cómo actuaban los escribas y fariseos? Se preocupaban de cumplir la letra de la ley sin importarles el espíritu de la ley, con lo cual olvidaban de manera consciente o inconsciente, que la ley tiene la finalidad primaria, de unir y relacionar positivamente al pueblo de Dios, para hacerlo su pueblo; el cual a su vez debía dar testimonio ante los demás pueblos, del amor a Dios y al prójimo.

Por tanto podemos afirmar que: La práctica de la justicia es mayor que el mero cumplimiento de la normatividad; y esta práctica así llevada es el camino hacia el Reino de los Cielos.

Un tercer criterio lo encontramos en el Salmo 118, con el cual respondíamos a la primera lectura: “Dichoso el que cumple la voluntad del Señor. Dichoso el hombre de conducta intachable, que cumple la ley del Señor. Dichoso el que es fiel a sus enseñanzas y lo busca de todo corazón. Tú, Señor, has dado tus preceptos para que se observen exactamente. Ojalá que mis pasos se encaminen al cumplimiento de tus mandamientos.”

De manera que podemos afirmar que: Los mandamientos son una ayuda para encaminarnos al bien y a la justicia, para no equivocarnos en el discernimiento de lo que es bueno y malo. Observando la aplicación de estos tres criterios en nuestro diario caminar podremos con relativa facilidad hacer nuestra la afirmación, que San Pablo expresa a la comunidad de los Corintios:

“Hermanos: Es cierto que a los adultos en la fe les predicamos la sabiduría, pero no la sabiduría de este mundo ni la de aquellos que dominan al mundo, los cuales van a quedar aniquilados. Por el contrario, predicamos una sabiduría divina, misteriosa, que ha permanecido oculta y que fue prevista por Dios desde antes de los siglos, para conducirnos a la gloria. Ninguno de los que dominan este mundo la conoció, porque, de haberla conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria”.

El Apóstol comparte con esta reflexión, que la búsqueda del poder temporal y del saber meramente humano, es decir que no tiene en cuenta la relación con nuestro espíritu y la relación con el Espíritu Santo, dejará al ser humano en la incertidumbre sobre los grandes misterios, del para qué es la vida, y cual es la vocación y misión para la que fuimos creados por Dios. Esto lo ofrece la Fe y las enseñanzas de Jesucristo, Nuestro Salvador.

Y además, haciendo vida los criterios señalados, realizamos el asombroso, sorprendente e inédito aprendizaje de caminar, bajo la sombra del misterio, conducidos por el Espíritu Santo, y fortalecidos para afrontar con fortaleza y abnegación, los grandes desafíos de la injusticia, los conflictos, las agresiones, las enfermedades, y la muerte misma.

Podremos afirmar como San Pablo: “Pero lo que nosotros predicamos es, como dice la Escritura, que lo que Dios ha preparado para los que lo aman, ni el ojo lo ha visto, ni el oído lo ha escuchado, ni la mente del hombre pudo siquiera haberlo imaginado. A nosotros, en cambio, Dios nos lo ha revelado por el Espíritu que conoce perfectamente todo, hasta lo más profundo de Dios”.

Es decir, viviremos nuestra propia cruz, como Jesucristo la vivió, y como la llevó admirablemente también Nuestra Madre María, que aquí en España y en México la invocamos, bajo el bello nombre de Guadalupe.

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