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Ser sacerdote es un servicio. Ordenaciones sacerdotales 2025, Cardenal Carlos Aguiar Retes

“No tengo ni oro ni plata, pero te voy a dar lo que tengo: en el nombre de Jesucristo Nazareno, levántate y camina”.

 

Así hemos escuchado en los Hechos de los Apóstoles, que Pedro, en nombre de Jesucristo, hizo caminar a uno que no caminaba. ¿A cuántos van ustedes a animar para caminar en la fe? ¡Muchísimos! Por eso el ministerio sacerdotal es prioritariamente dar a conocer a Jesús y sus enseñanzas: transmitir quién es Jesús: qué significa para nosotros y cómo podemos ser sus discípulos.

Esa es su prioridad: dar a conocer a Jesús y sus enseñanzas, acompañando, no nada más, diciendo de palabra; sino acompañando a los fieles para que compartan entre ellos sus experiencias, que no se quede de forma individual.

¿Por qué creen que tenemos hoy en las Parroquias el Consejo Pastoral Parroquial? Para organizar a los fieles en sus distintos carismas, para que cada fiel pueda ayudar a caminar al otro, acompañando a los fieles y desarrollando su espiritualidad. No basta con que ustedes la desarrollen —¡qué bueno, es magnífico! —, pero es insuficiente. Cuando yo vaya en visita pastoral, me gustaría escucharles, cuántas experiencias han visto, de cuántas personas han sido testigos, que se ha desarrollado esa espiritualidad y pertenencia como miembros de la Iglesia.

Bien, esto mismo podemos entender, lo que sucedió narrado en los Hechos de los Apóstoles y reiterado en el salmo responsorial. También me parece importante subrayar: “Sin que pronuncien una palabra, sin que resuene su voz, a toda la tierra llega su sonido”. ¿Cómo será esto? No puede haber otra manera, que con el testimonio de la fe manifestado en cada uno de ustedes: en la caridad, en el amor y en la fraternidad entre ustedes, pero también con sus fieles, sirviendo.

Del apóstol San Pablo a los Gálatas, les repito estas palabras, para que siempre recuerden, que su llamado es para una misión. Nunca es un privilegio ser sacerdote en el orden de los presbíteros: es un servicio. Han elegido servir como lo hizo el Hijo de Dios al encarnarse, servir a su Padre; y por eso le pidió que lo asistiera el Espíritu Santo. Es muy importante, que ustedes constantemente pidan la ayuda del Espíritu Santo y verán qué maravilla. Podrán decir como san Pablo, después de haber perseguido a los primeros cristianos: “Dios me había elegido desde el seno de mi madre”. Aquí están las madres de algunos de ustedes: Dios los eligió desde el seno de sus madres. Por eso surgió en ustedes el deseo de ser sacerdotes. “Del seno de mi madre”, afirma San Pablo, “y por su gracia”, no es porque yo lo mereciera —no lo merecen—, es gracia de Dios que hoy lo reciban.

Finalmente, el hermoso pasaje del Evangelio, que hemos escuchado nos invita a la necesidad de reiterar una y otra vez nuestra conciencia y misión: ¿para qué fuillamado? ¿Por qué acepté ser sacerdote? ¿Cómo debo ejercer el Ministerio? Dos cosas no pueden faltar: oración —en el sentido amplio de la palabra—, no solo recitar la Liturgia de las Horas, que está bien y nos puede ayudar mucho; pero la oración es abrir nuestro corazón, y luego nuestra mente para descubrir lo que el Señor ha sembrado en mi interior. Para tener siempre la conciencia y la misión a la que Él me llamó; y agradecérselo. Agradecerle todas las buenas experiencias, y en las malas pedir su ayuda, porque, así como tenemos victorias, tendremos derrotas; tenemos cosas que nos alegran y cosas que no; es parte de la vida humana. Por eso, estos dos aspectos son fundamentales: la oración y el amor. Sean amables, serviciales, amen a sus fieles, son los discípulos de Jesús, que les han encomendado.

Jesús le dijo a Pedro: “Apacienta a mis corderos”, cuando le preguntó: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?”. Si ustedes aman al Señor —¿lo aman?, ¿por eso están aquí, no?—, pues entonces, igual que a Pedro, les dice: “Pastorea a mis ovejas”. ¿Y qué hace un pastor? Nos explicaba muy bien en su primera visita el Papa Francisco en Río de Janeiro, a todos los miembros del CELAM: a) el buen pastor guía, conduce, va a la cabeza, va diciendo por dónde vayamos; b) el buen pastor, su trabajo principal es alimentar a sus ovejas para integrar un rebaño fraterno y solidario; Y también —nos decía el Papa Francisco— ir atrás para recoger a los alejados, a los que se han perdido, a las ovejas que se han distraído y han dejado de crecer en su fe. Hay que ir por los alejados, por los distantes, por los que nos critican; ya que ningún ser humano es nuestro adversario. El sacerdote tiene que dar testimonio de amor a todos, conduciendo, generando la espiritualidad de comunión fraterna entre los fieles que asisten, que participan, y yendo por las ovejas perdidas, que andan extraviadas. Por eso, por segunda y tercera vez, Jesús le dice: “¿Me amas?, ¿me quieres? Apacienta a mis ovejas”.

Conclusión: ¿cómo debe ser el presbítero, o cómo deben ser ustedes? Obedientes a su autoridad respectiva. No van a ser párrocos, lo serán más adelante, primero van como vicarios parroquiales. Entonces tienen que obedecer a su autoridad legítima, que será en primer lugar el Párroco, después el Decano, después el Vicario Episcopal de la Zona, luego el Obispo Auxiliar que acompaña a cada una de las zonas, y finalmente a un servidor: el Arzobispo.

Esa es la manera como ustedes tienen que mostrar que son buenos pastores, buenos presbíteros, obedientes y fieles hasta la muerte. Por eso van al celibato para toda la vida. ¿Por qué van a renunciar a casarse? ¿Por qué van a profesar el celibato sacerdotal? Les voy a preguntar: ¿por qué? Porque quieren ser fieles al Señor, que los ha llamado. El presbítero debe ser obediente a su autoridad respectiva, y fiel hasta la muerte. Que así sea.

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