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HOMILÍA DOMINGO DE LA ASCENCIÓN DEL SEÑOR – CARDENAL CARLOS AGUIAR RETES. 12 DE MAYO DE 2024

Entre voces de júbilo, Dios asciende a su trono. Aleluya.”

Así, respondíamos con esta frase del salmo, a las lecturas de la Palabra de Dios. Y así iniciamos la Eucaristía, cantando con voces de júbilo. ¡Dios asciende en la persona de Jesús. Jesús bajó del cielo y subió de nuevo para garantizar la vida que nos espera después de la muerte!

¡Tenemos ya garantizado nuestro destino! Por Cristo tenemos ya pleno conocimiento que la muerte, es simplemente un paso a la vida eterna. La garantía es Jesús quien bajó del cielo, murió, y resucitó! Porque Jesús fue quien anunció, que así como él murió y resucitó, así lo tiene previsto Dios, nuestro Padre, para cada uno de nosotros. Por eso, este es el primer punto de los 3 que vamos a reflexionar a la luz de esta Palabra de Dios: Vocación, Misión y Generar la Esperanza.

El primero, nuestra vocación. ¿Quién tiene esperanza? El que sabe que la vida no termina con la muerte, y tiene otra manera de vivir. Pero esto hay que anunciarlo. Esa es nuestra vocación. Anunciar dando testimonio. ¿Y cómo lo podemos realizar? Hoy el Apóstol San Pablo en la lectura que escuchábamos nos señala 6 características de cómo poder dar testimonio, de que nosotros sí creemos totalmente en Jesucristo. ¿Qué es lo que tenemos entonces que hacer en nuestra vida diaria?

Afirma San Pablo: «Los exhorto a que lleven una vida digna del llamamiento que han recibido«. Primera característica: Amar la vida, llevando nosotros una vida digna. ¿Y cómo se lleva una vida digna?

La segunda y tercera característica son la humildad y la amabilidad. La humildad a veces la entendemos mal, creemos que consiste en que nos humillen y que nosotros no digamos nada. No, eso no es digno. La humildad es reconocer simplemente nuestra fragilidad humana, y que nos podemos equivocar; y que jamás hagamos algo con mala intención o con ese mal deseo profundo de herir al otro. Ese es el humilde. La amabilidad consiste en que veamos en el otro a un hermano, a un amigo con quien hay que fraternizar. Y continúa afirmando, sean comprensivos para poder fraternizar y hacer este buen clima de relación personal.

Cuarta característica: Comprender al otro. El Papa Francisco, recientemente en alguna de sus alocuciones, dijo claramente que tenemos una tendencia natural, por el egoísmo a ver en el otro, lo negativo de lo que hace, y señalarlo, comentando con los demás: Pero mira nada más lo que vino a hacer éste, mira cómo trató a su mujer, mira cómo trataron a sus hijos, mira cómo en su servicio de comercio no lo hacen con alegría y con afabilidad.

Esa es la comprensión que pide Pablo, que entendamos al otro, como dice el Papa Francisco, viendo sus capacidades, su creatividad, y las reconozcamos. Es hermoso el encuentro cuando alguien se acerca a otra persona y le dice: «¡Qué amable! ¡Qué bien realizas esto! Como hace una buena mamá con sus hijos, aunque no resulte tan bueno como si lo hubiera hecho ella sola, pero si le ayudaron a hacer pastel, sin quedar tan sabroso, dirá: ¡Hijo, qué bien nos salió el pastel!. Es decir, siempre mirar lo positivo del otro. Esa es la comprensión.

Y luego vienen las otras dos características con las cuales termina San Pablo: «Sopórtense mutuamente con amor«. Es cierto que hay muchas cosas que no nos gusta de lo que vemos en nuestro entorno, pero hay que tener paciencia. Portarse bien es adquirir la paciencia para decir: Bueno, démosle chanza. Sopórtense mutuamente con amor, teniendo siempre la esperanza de que reaccione la persona. Finalmente, indica Pablo: “Esfuércense en mantenerse unidos en el espíritu con el vínculo de la Paz”: Es decir, procurar la buena relación entre unos y otros.

Por eso la Iglesia católica, los Obispos de México, estamos comprometidos haciendo diálogos por todo el territorio nacional para tomar conciencia que necesitamos La Paz. La inseguridad y la violencia serán superadas, si nosotros promovemos estas relaciones positivas entre unos y otros. Y así construiremos una nación que le agrade y que esté feliz Nuestra Madre, María de Guadalupe por todo lo que nos esforzamos y logramos.

El segundo tema es la Misión: No podemos quedar callados ante lo que vamos experimentando al hacer el bien a los demás. Es necesario que lo transmitamos, es esa la misión, ese el encargo para todos. Así lo pidió Jesús: “Vayan por todo el mundo y prediquen el Evangelio a toda criatura”. ¿Y qué hicieron los 11 que escucharon estas palabras de Jesús? “Ellos fueron y proclamaron el Evangelio por todas partes, y el Señor actuaba con ellos y confirmaba su predicación con los milagros que hacía”.

Acaso no es milagro que un delincuente lo convirtamos en persona positiva; pues sí, es posible con la ayuda de Dios, la ayuda de Jesús. No tengamos miedo a ir realizando esta conciencia social, de que Dios lo que quiere de nosotros es La Paz. Hay que transmitirlo, no hay que dejarlo ahí guardadito como en una caja donde se guardan las joyas de oro y plata. Esto hay que anunciarlo, esto hay que darlo a conocer a los demás y hay que unirnos para hacerlos juntos en nuestros contextos sociales.

Finalmente, en esta reflexión nos unimos al Papa Francisco, quien nos ha invitado a la esperanza ante las adversidades. Él celebró esta fiesta de la Ascención del Señor y terminó su homilía afirmando: “La Iglesia necesita esperanza para que incluso cuando experimente el peso de la fatiga y de la fragilidad no olviden nunca que es la esposa de Cristo, amada con amor eterno y fiel, llamada a custodiar la luz del Evangelio, enviada para llevar a todos el fuego que Jesús trajo y encendió en el mundo de una vez para siempre«. 

El Papa terminó su homilía de la Ascensión del Señor: “la Iglesia necesita esperanza, para que, incluso cuando experimente el peso de la fatiga y de la fragilidad, no olvide nunca que es la Esposa de Cristo, amada con amor eterno y fiel, llamada a custodiar la luz del Evangelio, enviada para llevar a todos el fuego que Jesús trajo y encendió en el mundo de una vez para siempre. Hermanos y hermanas, que el Señor resucitado y ascendido al cielo nos dé la gracia de redescubrir la esperanza, de anunciar la esperanza y de construir la esperanza”.

Es decir, si necesitamos una virtud, hoy día es la esperanza. Por eso, afirma el Papa, hay que redescubrirla, anunciarla y construirla. ¿Quién nos puede ayudar a que tengamos este corazón abierto a escuchar esta palabra y trabajar por la esperanza de un México mejor, de una Arquidiócesis de México, que cumpla plenamente con su misión? Nuestra Madre, María de Guadalupe. Por eso los invito a ponernos de pie y en un breve momento de silencio, abrirle nuestro corazón desde lo que vivimos actualmente en nuestros contextos.

Tu Madre querida, eres un ejemplo y fuerte testimonio del amor del “verdadero Dios por quien se vive”. Por eso has venido a nuestras tierras para mostrarte como madre tierna y cercana, que está siempre dispuesta para escucharnos y auxiliarnos en nuestras diversas necesidades.

Intercede por nosotros ante tu Hijo Jesús, para que nos acompañe, especialmente a lo largo de esta Semana, en la realización de la Asamblea Arquidiocesana, y podamos con la ayuda del Espíritu Santo, clarificar y concretar los pasos a dar, en vista de ser una Iglesia Sinodal y Misionera, que promueva la Esperanza y la Caridad en nuestro fieles.

Necesitamos Madre, tu auxilio para abrir nuestro corazón a la luz de la Palabra de Dios, y compartir en familia o en pequeña comunidad, las enseñanzas de tu Hijo Jesús, y así facilitemos, que los niños, los adolescentes y los jóvenes, descubran, valoren y asuman su condición de discípulos de Jesucristo, y miembros de la Iglesia Católica.

Ayúdanos a descubrir que somos amados por Dios Padre, y aprendamos a desarrollar la espiritualidad necesaria para suscitar la esperanza en un mundo mejor, y para ejercitar la Caridad en favor de nuestros prójimos, especialmente en los pobres y vulnerables, en los alejados y distanciados.

Así podremos ser una Iglesia Sinodal Misionera, respondiendo favorablemente al llamado del Papa Francisco, a quien lo encomendamos para que lo fortalezcas y acompañes en su Ministerio Pontificio.

Todos los fieles aquí presentes nos encomendamos a ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María de Guadalupe! Amén. 

 

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