Saltear al contenido principal
El Arzobispo Carlos Aguiar Preside La Misa Del Tercer Domingo De Cuaresma. Foto: Basílica De Guadalupe/Cortesía.

Día de la Familia 2021-Homilía- 7/03/21- III Domingo de Cuaresma

Jesús subió a Jerusalén. En el Templo encontró a los que vendían bueyes, ovejas y palomas, y a los que cambiaban dinero instalados en sus mesas. Jesús hizo un látigo con unas cuerdas y echó a todos del Templo… y les dijo: «¡Saquen esto de aquí, y no hagan un mercado de la casa de mi Padre!”.

Este pasaje ofrece la oportunidad de reflexionar en dos temas fundamentales que clarifican las exigencias que pide Jesús a sus discípulos. El primero es la necesidad de un Nuevo Templo, y el segundo tema la prioridad de la espiritualidad sobre la religiosidad, y la subordinación de la religiosidad al servicio de la espiritualidad.

Jesús plantea una nueva concepción del verdadero templo. La Nueva Alianza que ofrece Jesús en nombre de su Padre, necesita de un espacio al servicio de la comunidad de creyentes, para expresar comunitariamente la respuesta del pueblo, mediante un nuevo Culto; que ya no consistirá en la ofrenda de cosas y objetos para Dios, sino en cumplir la voluntad del Padre. “Los judíos reaccionaron preguntándole:

«¿Qué signo nos das para obrar así?». Jesús les respondió: «Destruyan este Templo y en tres días lo levantaré de nuevo»… Jesús se refería al Templo que era su cuerpo. Por eso, cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos entendieron lo que había dicho, y creyeron en la Escritura y en la palabra de Jesús”.

Por ello, un templo, espacio de compra de animales y monedas para adquirirlos y de altares para ofrecerlos, pierde su sentido. El nuevo templo es Jesucristo, y todo aquel que se una a la comunidad de discípulos formará parte de este nuevo templo, ofreciendo su cuerpo y vida al servicio evangelizador. Acontecimiento que  tiene lugar al recibir el Bautismo para ser hijos adoptivos de Dios, e incorporar a los discípulos de Cristo como una comunidad viva. El nuevo templo, iniciado con la resurrección de Jesús, es una comunidad viva que acepta las enseñanzas del maestro y las pone en práctica. Ya no será la relación con Dios mediante objetos externos a la persona, sino mediante la ofrenda existencial de la misma persona, poniendo su vida  al servicio de sus hermanos.

Para lograrlo hay que tener como principal objetivo la experiencia de Dios, que consiste en un desarrollo integral humano y espiritual, percibiendo las inquietudes que se mueven en mi interior y discerniendo las que son para el bien de las que son para el mal. En esta tarea el cumplimiento de los 10 mandamientos y la normatividad derivada de ellos son un magnífico medio para descubrir, lenta pero progresivamente, la asistencia del Espíritu Santo en nuestra conducta, tanto personal y cómo comunitaria.

La comunidad de los discípulos de Cristo, está llamada a testimoniar y expresar que en toda persona sea varón o mujer, está presente el Espíritu Santo; por esto la Iglesia defiende la misma dignidad para ambos sexos; ya que cada persona es morada, nuevo templo, donde reside Dios. Es pues necesario educarnos para expresar en la conducta social el respeto a toda persona, y desterrar de nuestra sociedad el injustificable flagelo de la violencia contra la mujer.

Nuestras fallas, limitaciones y pecados nunca deben desanimarnos, ante tal situación debemos acudir a la misericordia divina, como recuerda la primera lectura: “soy misericordioso hasta la milésima generación de aquellos que me aman y cumplen mis mandamientos”. La misericordia de Dios Padre es mil veces mayor, que la exigencia penitencial que impone el pecado. San Pablo afirma: “Nosotros predicamos a Cristo crucificado, escándalo para los judíos y locura para los paganos; en cambio, para los llamados, sean judíos o paganos, Cristo es la fuerza y la sabiduría de Dios”: Los judíos exigen señales milagrosas, y los paganos sabiduría e inteligencia ante el misterio inescrutable de Dios, que ha manifestado su amor, mediante la entrega de su Hijo crucificado y resucitado.

¿Qué significa asumir la Cruz gloriosa de Jesucristo? En breves palabras, es asumir los sufrimientos de cualquier índole, que van apareciendo en los contextos de nuestra vida, y que son nuestra responsabilidad afrontarlos, con un espíritu de confianza y esperanza en la ayuda de Dios, independientemente del resultado. Tal como vivió Jesús su Pasión  y muerte de cruz, con plena confianza, y en una actitud   de filial obediencia a Dios, su Padre.

El Señor Jesús una y otra vez en los evangelios afirma que, para ser sus discípulos debemos tomar la cruz y seguirlo. Es decir no darle la vuelta a las situaciones conflictivas y difíciles, sino asumirlas, viviéndolas con la confianza en Dios, independientemente si saldré adelante de manera exitosa, o desastrosa. La cruz camino de escándalo y de incomprensión, de locura y sin razón se explica solo desde  la experiencia del amor. Dejémonos conducir por el Espíritu Santo y recorramos la vida con la confianza en el amor de Dios manifestado en Jesucristo; así viviremos con esperanza el misterio de tantos interrogantes que suscita la presencia del mal en el mundo. Quien vive así garantiza la resurrección a la vida eterna, compartiendo la vida divina del amor.

La Cuaresma es un tiempo propicio para la relación con Dios, mediante la oración, la meditación, y la caridad. La mirada debe estar en el domingo de Pascua, que nos recuerda la nueva vida, garantizada por la resurrección del Señor. La siguientes preguntas te ayudarán a vivir la Cuaresma, desarrollando tu espiritualidad: ¿Invocas al Espíritu Santo como alguien que está presente en ti? ¿Descubres tanto en la mujer como en el varón la presencia de Dios? ¿La vida humana la respetas y amas porque reconoces que su dignidad le viene de la presencia del Espíritu Santo, que habita en ella? ¿Te percibes y experimentas como Templo de Dios vivo?¿Te consideras y te ofreces tú mismo como ofrenda a Dios, especialmente en la Eucaristía?

Si estas preguntas además de afrontarlas de manera personal, compartimos nuestras respuestas en familia, haremos de nuestra comunidad familiar una verdadera Iglesia doméstica. No olvidemos que así se desarrolló la Iglesia en los primeros 4 siglos. En este mes de marzo, mes de la familia pidámosle a Nuestra Madre, María de Guadalupe nos acompañe para convertir nuestras familias en células dinámicas y participativas de una sociedad fraterna y solidaria, capaz de reconciliarse, de fortalecer la esperanza, y de expresar con su estilo de vida, que ¡Dios camina con nosotros!

Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.

Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.

Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración.

Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo  de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

Volver arriba
×Close search
Buscar