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El Card. Carlos Aguiar Retes Con Los Recién Ordenados Diáconos En La Basílica De Guadalupe. Foto: INBG/Cortesía.

Homilía en la ordenación de diáconos en Basílica de Guadalupe- 24/06/22

«Yo mismo iré a buscar a mis ovejas y velaré por ellas.  Así como un pastor vela por su rebaño cuando las ovejas se encuentran dispersas, así velaré yo por mis ovejas e iré por ellas a todos los lugares por donde se dispersaron un día de niebla y de oscuridad”.

Nosotros los bautizados en el nombre de Jesucristo somos las ovejas a las que se refiere el Profeta Ezequiel, y nuestro Pastor es el mismo Jesús, quien ha cumplido esa misión en favor nuestro, y lo seguirá haciendo sin interrupción hasta el fin de los siglos.

San Pablo a su vez explicita el gran amor misericordioso, que Jesús ha manifestado mostrando su plena y generosa entrega de su vida por nosotros: “Difícilmente habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores”.

El mismo Jesús en el Evangelio expresa que será una gran alegría cumplir su misión de Pastor, cuando le presente a Dios Padre, el fruto de su pastoreo con la conversión de los pecadores: “Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos, que no necesitan convertirse«.

Es hermoso escuchar esta reflexión y sabernos protegidos y cuidados en el caminar de nuestra peregrinación por la tierra. Pero, ¿cómo será desarrollada esta constante vigilancia de la humanidad de parte de Jesucristo? ¿Quién hará y cómo será la búsqueda de la oveja perdida?

Precisamente para esta gran responsabilidad, Jesús ha llamado a algunos de entre las ovejas del rebaño, que es la Iglesia, para ser pastores y llevar a cabo esta noble misión en favor de nuestros hermanos. Para esta responsabilidad, el Colegio de los Apóstoles desde los inicios de la Iglesia, respondiendo a las necesidades, que se presentaron ante el crecimiento de la comunidad eclesial, distinguió tres grados del Sacramento del Orden Sacerdotal: Diácono, Presbítero y Obispo.

El Diaconado para el ejercicio de la Caridad y la administración de los recursos, auxiliando así al Obispo, sucesor de los Apóstoles. El Presbítero para colaborar al cuidado de una comunidad como Pastor en nombre de su Obispo. El Obispo como Cabeza de una comunidad de comunidades, siempre en comunión con el Obispo, Sucesor de San Pedro, hoy el Papa Francisco.

Este día en la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, tenemos la alegría de conferir el Sacramento del Orden en el primer grado de Diáconos, a seis candidatos que serán integrados al Servicio de esta Iglesia de la Arquidiócesis de México; así sin dejar de ser ovejas, se convertirán en pastores de ovejas. Escuchemos con atención en qué consiste la responsabilidad como Pastores, que reciben mediante el Diaconado. Y oremos para que sean fieles y tengan un fecundo ministerio.

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