Homilía Viernes Santo 2023: «Andábamos errantes, como ovejas; cada uno siguiendo su camino.»
«Andábamos errantes, como ovejas; cada uno siguiendo su camino, el Señor cargó sobre Él todos nuestros crímenes.»
En la Primera Lectura, tomada del Profeta Isaías, hemos escuchado el cuarto cántico del Siervo de Yahvé. Cuatro cánticos que hasta la época de Jesús eran incomprensibles. El pueblo de Israel, los escribas, los fariseos y la gente más estudiada no entendían a que se refería el profeta Isaías.
Tuvo que encarnar Jesús para poder interpretar estos cuatro cánticos.
Resalto esa expresión en la que dice el profeta: «todos andábamos errantes, como ovejas, cada uno siguiendo su camino; el Señor cargó sobre Él todos nuestros crímenes.» Me pregunto, ¿hay algo semejante en nuestro tiempo?, ¿cada uno queriendo hacer lo que le viene en gana? Las familias van desintegrándose, los matrimonios ya no son estables, duran poco, se separan y se vuelven a casar, no miran por el bien de los hijos que procrean. ¿No estará diciéndonos también a nosotros esta Palabra de Dios una reclamación? Pero al mismo tiempo una esperanza, porque ese siervo de Yahvé ya ha venido.
Por eso, en la Segunda Lectura, tomada de la Carta a los Hebreos, San Pablo dice a los miembros del pueblo judío: “Hermanos: acerquémonos por lo tanto con plena confianza al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno.”
Cuando nosotros nos vemos desconcertados, confundidos, por diferentes circunstancias de la vida actual, nos dice el autor de esta carta: acerquémonos.
Eso es lo que ustedes están haciendo aquí, viniendo a recordar este misterio tan hermoso, solemne, de Alguien que entregó su vida por amor. Pero no solamente la entregó como testimonio histórico, la entregó para indicar el camino, para señalar con claridad lo que debemos de hacer.
Por eso dice el autor, con plena confianza: “Acerquémonos al trono de la gracia.” Jesús es el trono de la gracia para recibir misericordia. Hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno.
Siempre buscamos auxilio cuando estamos en situaciones de sufrimiento, sea por una enfermedad, sea por un conflicto o por cualquier tipo de adversidad, por eso es consolador que esa presencia de Cristo se hace realidad no solo en su mensaje a través del Evangelio, sino también a través de una tierna figura que es su Madre.
Cuando estaba a punto de morir, se encontraba junto a la Cruz de Jesús, su madre, la hermana de su madre, María de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, al ver junto a su madre al discípulo que tanto quería, dijo: ‘Mujer, ahí está tu hijo’. Luego dijo al discípulo: ‘ahí está tu madre’.
Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a vivir con él. Y este discípulo es el que cuenta esto, el evangelista San Juan. Esto es lo confortante, lo consolador, lo esperanzador. Al decir Jesús ‘tu hijo’, se refería a todos nosotros.
Ahora entendemos por qué ella vino a este país en un momento de conflicto enorme en el siglo XVI, para reconciliar y ayudar a esta nueva situación de nuestros pueblos originarios.
Los conflictos bélicos siempre se han hecho presentes a lo largo de la humanidad, hoy vivimos un conflicto que no entendemos, la invasión de Rusia a Ucrania. Ante ese conflicto, nos pide la Iglesia de Jerusalén que esta tarde, lo que demos aquí ante la Cruz cuando vengamos a adorarla, se destine para ayudar a los que están muy cerca de ellos: Turquía y Siria, que sufrieron ese terremoto.
Así han ayudado las comunidades de Europa a Ucrania, en esta guerra incomprensible, y así quiere la Iglesia de Jerusalén, los franciscanos que la administran, que lo que habitualmente se destina en esta colecta del Viernes Santo, no sea para ellos, sino para darle a todos los damnificados por ese terremoto, como muchos países lo hicieron en su tiempo cuando México sufrió el terremoto de 1985.
Vean, sí andamos errados, sí andamos confusos, pero acercándonos a Jesús, este espíritu de solidaridad que el mostró encarnándose enviado por su Padre para mostrar el camino para ser la verdad, para ser la vida, está presente entre nosotros. Y está María de Guadalupe con nosotros, con este país, por eso la queremos tanto, nos sentimos hijos de ella, como le dijo Jesús junto a la cruz. Y nos sentimos, pero no lo expresamos, hermanos unos de otros, miembros de una misma familia.
Pidámosle por eso en esta tarde de Viernes Santo, pidámosle a Jesús que interceda de nuevo por nosotros, por nuestra Patria, por el mundo de hoy, para que entendamos que debemos acercarnos a Él a través de su madre, y acercándonos a Él, encontrar el camino, la verdad y la vida.
Por eso los invito, como nos decía el Salmo, “A ti, Señor, me acojo, que no quede yo nunca defraudado, en tus manos encomiendo mi espíritu, mi Dios leal, me librarás”
Que así sea.