Homilía del Cardenal Carlos Aguiar Retes – Basílica Papal de Nuestra Señora de Los Ángeles, Porziuncola, Asís Italia.
El Señor aceptó triturar a su Siervo con el sufrimiento.
Ante esta afirmación del profeta Isaías, inmediatamente surge la pregunta: ¿por qué Dios quiso que su hijo y en general todos nosotros sus discípulos, asumiéramos el dolor y que debemos reconocer el dolor como nuestra respuesta para alcanzar la felicidad salvífica del cielo?
De hecho, la carta a los Hebreos en la segunda lectura afirma que Jesús, Hijo de Dios, supo compadecerse de nuestros sufrimientos porque Él mismo venció nuestras propias pruebas,
excepto el pecado. Y el autor de la carta a los Hebreos también concluye diciendo que
tengamos plena confianza en que recibiremos misericordia, encontraremos gracia y
recibiremos ayuda en el momento oportuno.
Por eso, para enfrentar el sufrimiento, la enfermedad o cualquier dolor en nuestra vida
debemos confiar en la ayuda divina que nos fortalecerá ante cada adversidad. Surge entonces otra pregunta: ¿no podría Dios haber creado al hombre sin necesidad de pasar por
sufrimiento?
La respuesta es: que para alcanzar la imagen y semejanza de Dios-Amor es imprescindible la
libertad; por eso la libertad es auténtica en la elección entre el Bien y el Mal, ahora podemos
entender por qué fue necesaria la encarnación del hijo de Dios para volverse semejante al
hombre en todas sus consecuencias y poder dejarnos la experiencia que debemos seguir. :
aceptar nuestra propia cruz.
En el Evangelio, los hijos de Zebedeo buscan la garantía de sentarse a la derecha y a la
izquierda del Señor, y Jesús les responde muy claramente: no saben lo que piden, y Jesús les
advirtió que: seguramente pasarían la prueba que Yo venceré y ellos recibirán el bautismo con
el que yo seré bautizado; Pero no me corresponde a mí conceder ese lugar junto a mí excepto a aquellos para quienes el Padre lo ha reservado.
Y Jesús también nos dice que el que quiera ser grande entre ustedes debe ser el siervo y el
que quiera ser el primero debe ser el servidor de todos; cómo el hijo del hombre vino a servir y a dar su vida por la redención de todos
Estamos aquí en Asís, venerando e implorando la intercesión de San Francisco, porque él dio
testimonio de realizar con su vida este evangelio que acabamos de escuchar. Alentados por su ejemplo, preguntémonos: ¿estoy aceptando mis adversidades, sufrimientos y dolores con la conciencia tranquila, que es el camino para ser un buen discípulo de Jesús y, como decía san Francisco, alcanzar la Dicha perfecta?
Pidamos a Dios que nos conceda a todos encontrar el camino hacia la Dicha perfecta.