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Homilía Cardenal Carlos Aguiar Retes, Navidad 2024

 

“Reina el Señor, alégrese la Tierra”

Así respondemos cantando a la primera lectura. ¿A qué se debe esta alegría y cómo reina el Señor en medio de nosotros?

El profeta Isaías nos recuerda: “Mira que ya llega tu salvación”. Ser salvados. Si alguna vez hemos experimentado el peligro y alguien nos ha extendido la mano, podemos comprender mejor esta Palabra de Dios: “mira que te han salvado”. Y esa salvación no solo garantiza esta vida, sino la vida eterna en la compañía del mismo Dios que nos creó. Aunque no podamos comprenderlo plenamente, Dios nos ha creado para compartir su naturaleza divina.

Por eso, podemos cantar con esperanza: reina el Señor, alégrese la Tierra. San Pablo nos explica que todo esto sucede porque Él nos salvó ya, por su misericordia.

La misericordia de Dios es el fundamento de nuestra esperanza. Así como cuando alguien nos ayuda en momentos de necesidad, sentimos ese cariño y amor, de la misma manera, Dios nos extiende su mano con una misericordia inmensa, pensada desde la eternidad. Él nos creó y nos cuida, y esa misericordia nos llena de esperanza.

Este Año Jubilar, inaugurado hoy en Roma y que abriremos el próximo domingo 29, es una oportunidad para profundizar en nuestra esperanza, una esperanza que no defrauda. A lo largo de la vida, tal vez hemos tenido momentos de desesperanza, pero cuando lo que esperamos se realiza, nuestro corazón se llena de alegría, porque sabemos que quien nos creó nos espera para toda la eternidad.

En el Evangelio de Lucas, vemos a María, nuestra Madre, quien, al recibir la visita de los pastores, guardaba todas estas cosas y meditaba en su corazón. María es un ejemplo para todos nosotros: debemos aprender a meditar y interiorizar lo que Dios hace por nosotros. No se trata de guardar esas experiencias como un tesoro, sino de compartirlas, de transmitir lo que Dios siembra en nuestro corazón.

El Papa Francisco ha dicho que no basta con compartir lo que pensamos, sino que debemos compartir lo que Dios ha sembrado en nosotros. Transmitir nuestras experiencias de fe es fundamental, especialmente a las nuevas generaciones. Padres, compartan lo que viven con sus hijos, hermanos, unos con otros, hijos, con sus padres y abuelos. Así, nuestra familia, nuestra Iglesia, será un lugar de armonía y paz, donde todos se sienten apoyados y acompañados.

La Iglesia, como nuestra madre, no es solo este templo, sino la familia de Dios: los bautizados, los que pertenecemos a su familia, los que tenemos la garantía de ser sus hijos.

Que esta Navidad nos inspire a compartir el amor y la misericordia de Dios en nuestros hogares y comunidades, para que, como Iglesia, podamos transmitir la justicia y la paz que tanto anhelamos. Que el Señor nos bendiga y nos acompañe siempre.

¡Feliz Navidad! 🌟🙏

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