
“Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” Celebración de la Pasión del Señor 2025 Cardenal Carlos Aguiar Retes
“En tus manos encomiendo mi espíritu”.
Con estas palabras de Jesús podemos también decir al Señor, como lo tuvo Jesús, que tenemos confianza en Él. Así decía una estrofa del salmo que escuchábamos: «Pero yo, Señor, en ti confío. Tú eres mi Dios; en tus manos está mi destino.”
Confianza y obediencia a Dios son las dos características para poder estar en paz durante nuestra vida ante cualquier adversidad, y especialmente en el momento de la muerte: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”.
Jesús así lo vivió, y por eso reprendió a Pedro, cuando en el huerto de los Olivos, iban a arrestar a Jesús: “Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió a un criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja derecha. Este criado se llamaba Malco”. Dijo entonces Jesús a Pedro: «Mete la espada en la vaina. ¿No voy a beber el cáliz, que me ha dado mi Padre?«
La violencia, aún en defensa del justo, dice Jesús, para poder obedecer al Padre, hay que afrontarla solo con esa paz, que Dios sabe darnos en esos momentos. «¿No voy a beber el cáliz que me ha dado mi Padre?” T
Todos en la vida afrontamos adversidades de diferentes formas. ¿Cómo las he vivido? Piensen un momento: ¿Yo, cómo he vivido las adversidades, especialmente las más duras e intensas, que he sufrido? ¿Con confianza en el Señor, como lo hizo Jesús? Él confió su existencia en Dios, su Padre. ¿He tenido esa confianza?
Sé que, así como asistió a Jesús en la hora de la muerte con la fortaleza del Espíritu Santo —esa misma—, la expresó a sus discípulos, y a nosotros nos lo dice hoy: «No se preocupen, le voy a pedir a mi Padre, que a mis discípulos también los asista el Espíritu Santo.”
¿Para qué creen que recibimos el sacramento de la Confirmación? Por el Bautismo fuimos hechos hijos de Dios; por la Confirmación recibimos la fortaleza del Espíritu Santo para afrontar todas las adversidades —y también los gozos— con la alegría del Espíritu Santo. Jesús oró a su Padre y recibió la fortaleza espiritual, y por eso dijo en su muerte: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.»
¿He aprendido de Jesús, confiando mediante la oración habitual, a llevar mi propia cruz?