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Jesús, en cada Eucaristía, está pidiéndonos vivir la caridad. Corpus Christi 2025, Cardenal Carlos Aguiar Retes

“En aquella última cena, Cristo hizo la maravilla de dejar a sus amigos el memorial de su vida”.

Es lo que hemos escuchado en una de las estrofas de la secuencia de esta Solemnidad del Corpus Christi. Y más adelante dice: “Es un dogma del cristiano que el pan se convierte en carne y lo que antes era vino queda convertido en sangre. Hay cosas que no entendemos, pues no alcanza la razón. Mas si las vemos con fe, entrarán al corazón.”

Y también, como escuchamos a San Pablo en la segunda lectura, que nos narraba hablándole él a la comunidad de Corinto, que Jesús les dijo en la Última Cena:

“Hagan esto en memoria mía. Cada vez que ustedes comen de este pan y beben de este cáliz, proclaman la muerte del Señor hasta que Él vuelva.”

Y también en el Evangelio escuchamos hoy, que Jesús habló del Reino de Dios a la multitud y curó a los enfermos. Y nosotros, ¿qué le pedimos en nuestro corazón? Cada uno piense un momento: yo, ¿a Cristo qué le pido?…

¿Verdad que le pedimos la salud para poderle servir, para poder tener lo necesario en la vida ordinaria? O también, ustedes padres de familia, ¿qué le pedimos al Señor cuando falta el pan en la casa, el alimento para darle a sus hijos?

Pues en este Evangelio tan hermoso de hoy, cuando Jesús habla del Reino de Dios y cura a los enfermos, pidió a sus discípulos… y a aquella multitud:

“Dénles ustedes de comer.” Pero ellos replicaron: “No tenemos más que cinco panes y dos pescados, … y eran como cinco mil varones”.

Jesús, en cada Eucaristía, está pidiéndonos vivir la caridad, el amor al prójimo, al más necesitado, sobre todo, especialmente a los pobres, como Él lo hizo.

Por eso, en el mismo Evangelio, escuchamos a Jesús, que dijo a sus apóstoles:

“Hagan que se sienten en grupos… tomó en sus manos los cinco panes y los dos pescados, y levantando su mirada al cielo, pronunció sobre ellos una oración de acción de gracias; los partió y los fue dando a los discípulos para que ellos los distribuyeran entre la gente”.

De lo poquito, mucho o medianamente que tenemos, podemos siempre ayudar al que lo necesita, más que nosotros.

La caridad es la expresión del amor. Y ayudándonos, no solamente para alimentar el cuerpo, sino —como muchos de ustedes lo hacen, porque vi que aquí hay varios movimientos apostólicos presentes, grupos que ayudan a los otros a conocer a Jesús— esto es alimentar el espíritu.

Ser buenos discípulos es ir por los demás, para que lo conozcan, lo amen y lo sirvan.

Por ello, concluyo con estas palabras también de la secuencia que escuchamos:

“Ten compasión de nosotros, Buen Pastor, Pan verdadero, apaciéntanos y cuídanos, y condúcenos al cielo.”

Que así sea: Amén.

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