Primer Domingo de Adviento 2025, Cardenal Carlos Aguiar Retes
Hoy comienza el “Adventus Domini”, la espera del Señor; este tiempo se extiende hacia la Navidad, tiempo en que recordamos, que el Hijo de Dios se encarnó, se hizo hombre para mostrarnos el Camino, la Verdad y la Vida.
La Palabra de Dios en este primer domingo del Adviento nos indica que marchemos, que caminemos. Dice así el profeta Isaías en la primera lectura: “Casa de Jacob, en marcha. Caminemos a la luz del Señor”.
No se trata de vivir por vivir; hay que vivir a la luz del Señor. Eso es lo que estamos haciendo aquí. ¿O por qué vinimos a la misa el domingo? Precisamente, ¿verdad? Para escuchar la palabra de Jesús, la Palabra de Dios.
¿Y a dónde nos invita y lleva hoy? En este domingo, el Señor dice: “Vengan, subamos al monte del Señor.” El Tepeyac es un pequeño monte, pero es un monte. Subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob, para que él nos instruya en sus caminos y podamos marchar por su senda. A eso nos invita: al encuentro fraterno.
Por eso estamos aquí todos; aunque muchos no nos conocemos los unos a los otros, sin embargo somos hermanos porque somos hijos de Dios por el bautismo. ¿Están todos bautizados? A ver, no se oyó bien… ahora si escuche. Eso es lo que nos hace hijos de Dios. Y por eso estamos aquí como hermanos, aunque no sepamos su nombre, aunque no conozcamos su persona, pero nos une la fe en el mismo Padre.
Pero además, ¿a qué nos invita y lleva el Señor con estas enseñanzas? Dice: “Él será el árbitro de las naciones y el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados y de las lanzas podaderas.” ¿Para qué sirve el arado? ¿Y para qué sirven las podaderas? Las señoras seguramente lo saben muy bien cuando tienen una plantita de rosal o de cualquier flor, ¿verdad? Así, entonces, pasar de las espadas a los arados y de las lanzas a las podaderas para que ya no se alce la espada pueblo contra pueblo, para que ya no se adiestren para la guerra. Esto dice el profeta Isaías para poner ya la paz, la armonía en el mundo de hoy. Y qué difícil momento vivimos, ¿verdad?
Por eso san Pablo, en la segunda lectura, afirma: “Tomen en cuenta el momento en que vivimos.” Debemos de ser conscientes que afrontamos grandes desafíos. Tomemos conciencia de esta realidad social que vivimos. ¿Y para qué es esa toma de conciencia? Dice san Pablo: “comportémonos honestamente, como se hace en pleno día. Revístanse más bien de nuestro Señor Jesucristo y que el cuidado de su cuerpo no dé ocasión a los malos deseos”.
Entonces, ¿por qué nos invita a que nos revistamos de Jesucristo, a que seamos auténticos discípulos de él? Para encontrar el camino de la paz.
El mismo Jesús, en el Evangelio de hoy, indica: “Velen, pues, y estén preparados porque no saben qué día va a venir su Señor.” Jesús nos advierte que debemos de estar atentos y preparados; por eso nos dice: ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen vendrá el Hijo del Hombre.
Por tanto, recordemos que él se hizo hombre para anunciarnos el camino mediante sus enseñanzas. Por eso, preguntémonos cada uno de los que tienen sus hijos: si las familias han enviado a sus hijos al catecismo para que conozcan a Jesús. Si lo conocen de niños—lo digo yo personalmente—ahí nace la vocación de servicio a él. Esa es una preocupación de los padres: anunciarnos el camino con sus enseñanzas y su testimonio de vida, con plena confianza en la asistencia del Espíritu Santo.
Tomar conciencia de que no estamos solos; ya que Jesús nos prometió que su Padre enviaría el Espíritu Santo para ayudarnos, como lo hizo con él cuando se encarnó. Y nosotros, como fieles discípulos, poner en práctica estas enseñanzas y compartirlas de generación en generación, de abuelos, padres e hijos.
Por eso, como les decía al inicio, el Papa Francisco nos dejó el “Memorial Papa Francisco” para recordar a quienes nos transmitieron la fe, la esperanza y la caridad, y que ya están allá en la casa del Padre, y para seguir favoreciendo esta transmisión de la fe a las siguientes generaciones.
¿A quién le podemos pedir que nos ayude en esta tarea? ¿Por qué estamos aquí en este santuario? Porque confiamos en… —por ahí se oyó una voz, muy bien— todos confiamos en María de Guadalupe, ¿o no? Sí. Pues vamos a ponernos de pie, vamos a abrirle nuestro corazón a ella y decirle: “Madre, ayúdanos a transmitir las enseñanzas de Jesús.”
Bendita seas, Madre Nuestra, María de Guadalupe. Con gran confianza ponemos en tus manos al Papa León. Fortalécelo para que continúe orientando nuestra conducta para amar a nuestros prójimos y dar así testimonio de que el Reino de Cristo no es el poder para dominar a los demás y ser servido, sino para servir a nuestros hermanos y con especial cuidado a los más necesitados.
En este día han venido a visitarte los promotores del Memorial Papa Francisco y un pequeño rebaño de adultos mayores, que están conviviendo entre ellos y en relación con sus hijos y nietos para dar testimonio de la fe en Jesucristo.
Con tu ayuda maternal confiamos nos auxilies para que, viviendo las enseñanzas de tu hijo en nuestros contextos de familia, de vecindad y en general de la sociedad, nos convirtamos en discípulos misioneros y demos testimonio de que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida.
Todos los fieles aquí presentes este domingo nos encomendamos a ti que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María de Guadalupe. Amén.
