Homilía – Solemnidad de la Asunción de la Santísima Virgen María, 15 de Agosto 2024
“Se abrió el templo de Dios en el cielo, y dentro de él se vio el Arca de la Alianza”
Así comenzaba la primera lectura del libro del Apocalipsis, que hemos escuchado en esta Solemnidad de nuestra Madre, en su Asunción al cielo. La pregunta que les propongo hacernos, y espero que todos tengamos respuesta, es: ¿Quién es o qué representa y qué hace realidad el Arca de la Alianza? Porque se abrió el cielo y dentro de él se vio el Arca de la Alianza.
Luego escuchábamos cómo es la actividad o la acción del Arca de la Alianza. Dice “una mujer, envuelta por el Sol… y con una corona de 12 estrellas en la cabeza”, aquí nos ofrece un dato importantísimo para descubrir quién es el Arca de la Alianza. Y afirma, que esta mujer: “estaba encinta y a punto de dar a luz con los dolores del parto”. Se trata, pues, de una mujer embarazada, que está a punto de tener a su hijo.
Esta es la primera parte, pero luego dice San Juan: “Un enorme dragón… con su cola barrió la tercera parte de las estrellas del cielo. Después se detuvo delante de la mujer que iba a dar a luz para devorar a su hijo en cuanto naciera”. Pero afirma San Juan que “la mujer huyó al desierto (ante esta amenaza) a un lugar preparado por Dios”. Termina la lectura diciéndonos: «Entonces oí en el cielo una voz poderosa que decía: “Ha sonado la hora de la victoria de nuestro Dios, de su dominio y de su reinado, y del poder de su Mesías”.
¿Les parece que esta mujer se refiere precisamente, a quién? ¿A quién? A María. María es el Arca de la Alianza. Ella hace posible que se dé efectivamente la alianza entre Dios y los hombres, entre Dios y su pueblo.
¿Y qué representa este enorme dragón capaz de barrer con la tercera parte de las estrellas del cielo? Representa la batalla del bien y del mal en la vida. Creo que ninguno de nosotros aquí presentes, en una etapa ya con conciencia, puede negar que constantemente, a lo largo de nuestra vida, se desarrolla esta batalla entre el bien y el mal. A veces de forma personal, es decir, para decidir si hago esto o aquello, si me dejo llevar por lo que simplemente me atrae, o si eso es o no la voluntad de Dios Padre. De manera que también nosotros estamos incluidos en esta visión del Apocalipsis. Pero además, no sólo de forma individual y personal, sino también en la realidad de nuestra vida terrena, en nuestra sociedad.
Hoy día, lamentablemente, y no solo en México, sino prácticamente en toda América Latina, hay una polarización en la sociedad. Unos ven que el bien sería esto y otros ven que el bien sería esto otro, y se pelea, se conflictúa la convivencia social. Esa es la batalla.
Efectivamente no es fácil discernir el bien en lo concreto, en la cotidianidad de todos los días. Lo que nos debe alimentar y animar es que la victoria está dada. Dios camina en medio de nosotros. Parecería que ese hijo de esta mujer embarazada no fue destrozado en la visión por el enorme dragón. San Juan va describiendo así lo que es la historia de la humanidad y nuestro lugar en ella.
Honremos a esta mujer, que tiene la misión de ser el Arca de la Alianza de Dios y de los hombres, es la que nos une, dándonos a su hijo, que da vida y que la transmite a todos nosotros a través del bautismo, formando la familia de Dios. Pero esta lucha la tenemos que librar. No podemos decir: «Es que yo no quiero entrarle a la batalla”.
No tengamos miedo. La victoria sobre el mal y la muerte, como nos expresa San Pablo en la segunda lectura de hoy, ya ha sido vencida de antemano. ¿Cómo? “Cristo resucitó de la muerte y resucitó como la primicia de todos los muertos”. La primicia significa el primero, pero si hay un primero, tiene que haber un segundo, tercero, cuarto, etcétera. Esos somos nosotros. Cristo es la primicia. Es lo que nos espera si somos fieles discípulos de Cristo, porque por este hombre, dice San Pablo, vendrá la resurrección de los muertos.
Y la garantía ha sido este hijo de Dios que se ha encarnado en esta mujer, en el Arca de la Alianza. Termina diciendo San Pablo que, cuando Cristo entregue el Reino a su Padre, será porque ya ha aniquilado todos los poderes del mal y será sometido a Dios. Entonces, por eso Jesús en sus enseñanzas dijo, cuando sus apóstoles estaban con él y le preguntaron: «Señor, ¿a dónde vas? Dinos para conocer el plan, su respuesta fue contundente: «Yo soy el camino, la verdad y la vida”.
¿Qué podemos entonces nosotros aprovechar de esta oferta, que nos hace Dios de ser sus hijos? Sin duda transitar en esta lucha contra el mal, contra este enorme dragón.
La lectura del Evangelio nos muestra que para nosotros, los fieles, la Asunción de María, que celebramos hoy, es la primicia anunciada y obrada por su hijo Jesucristo. Y ella, ella es la primera. Por eso fue asunta al cielo. Porque Jesús subió al cielo, porque era Dios. Subió, esa es la diferencia entre la Ascensión y la Asunción. María fue llevada al cielo, como primicia para nosotros, los hombres terrenales.
¿Qué concluimos entonces? Que si María realizó este proyecto, compartiendo su misión y su alegría con Isabel, que también había sido bendecida por Dios por ser la madre del que iba a ser el precursor de su hijo Jesús, se llenaron ambas de alegría.
Ese es el camino de la Iglesia: compartir las experiencias de vida en nuestro seguimiento como discípulos de Jesús, el Maestro. Este es el camino de la Iglesia. La Iglesia es la comunidad de los discípulos de Jesús que comparten sus experiencias a lo largo del camino de la vida, como María e Isabel.
¿Están ustedes dispuestos a recorrer este camino? ¿Están contentos y además agradecidos con Dios por esta gracia que nos ofrece? Siempre andamos tras las gangas y ofertas. Esta es la mayor ganga de la vida, la más importante. Démosle al Señor nuestro firme propósito, que la fe nos ilumine y nos oriente con grandes esperanzas. ¡Que así sea!