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El espíritu del Señor está sobre mí. Jubileo de los Jóvenes, Cardenal Carlos Aguiar

Está fundada nuestra esperanza y ese es el tema central de este jubileo que convocó el Papa León en este año 2025. Un tiempo de gracia para todos y como nos lo va a decir la palabra de Dios, que es lo que Él nos regala. No se lo hace adelanto, pero especialmente estamos celebrando por ustedes para que sean sembradores de la esperanza.

 

Por eso, llenos de confianza en un Dios que nos ama, en un momento de silencio, reconozcamos nuestra frágil condición humana delante de la misericordia de Dios que todo lo sana y lo restaura.

El espíritu del Señor está sobre mí.

Con estas palabras del profeta Isaías anunció Jesús que él era el enviado. El espíritu del Señor está sobre mí.

Y hoy hoy se ha vuelto a profetizar en cada uno de ustedes que Dios ha sembrado una inquietud que les ha compartido uno con el otro y ha surgido una vocación, ser sembradores de esperanza, de esperanza tangible.

Pero el profeta Isaías nos describe este envío, esta misión que tenemos todos, somos misioneros. Dice, “Me envió para llevar la buena noticia de los pobres. ¿Quiénes son los pobres? Los que no tienen que comer, claro que sí, pero no solo.

Dice también que nos envió para aliviar los corazones heridos. Caray, ¿cómo podemos aliviar, sanar un corazón herido? Escuchándolos.

La capacidad de escucha de lo que el otro está diciendo y que vemos que lo está sintiendo, que lo dice de verdad, que lo inquieta, capacidad de escucha para vendar y sanar los corazones heridos. Pero dice también que nos envió a proclamar la liberación de los cautivos. ¿Quiénes son los cautivos?

los que están en los en las cárceles, claro, están recluidos, pero no solo, hay también quienes están recluidos en su interior. No tienen todavía adquirida la libertad. Porque se han dejado llevar algunos por atracciones externas que no han cumplido su satisfacción.

Otros, porque incluso están atados a ciertos intereses y lo único que buscan es realizar eso que quieren y no les importa más el otro. Liberar a los cautivos es también a todos los que son adictos y van a decir inmediatamente ustedes a la droga, la marihuana, a cualquier adicción.

Las adicciones son esas tendencias que se van cultivando en el corazón a veces sin darnos cuenta, a veces queriéndolo y nos van atando, no nos dejan ser libres, pues el espíritu del Señor está sobre nosotros para liberarnos. La libertad a los prisioneros, esta es la libertad interior.

Muchas veces somos prisioneros de nuestros propios instintos, tendencias o ambientes que vivimos y tenemos que tener auténtica libertad interior. Y esto se concede de parte de Dios en un año de gracia.

Como el Papa León XIV lo ha dicho, como el Papa Francisco antes de morir lo dijo, “Este es un año de gracia para todos aquellos que buscan a Dios, para todos aquellos que buscamos ser enviados y necesitamos el espíritu del Señor.” Consecuencia de todo esto nos llevará a algo hermosísimo:

Que seamos conscientes de que nuestra esperanza es integrar la familia de Dios, la que él ha creado a su imagen y semejanza. A esa es la esperanza que debemos cultivar en nuestro interior y debemos sembrar en nuestros prójimos. Por eso cantábamos en el Salmo. ¿Sí recuerdan qué estábamos cantando?

“Cantaré eternamente la misericordia del Señor”.

Pero no la podemos cantar con alegría y entusiasmo si no tenemos estas convicciones interiores y esta libertad interior para poder manifestar la misericordia del Señor y ser entonces sembradores de la esperanza en los demás.

Que surja esa alegría de haber recibido la vida, de tener este envío y de saber, como nos lo dice en ese mismo Salmo que cantábamos, su consecuencia de la misericordia es que le podemos decir a Dios: “Tú eres mi padre.” Tú eres mi padre, mi Dios, mi roca salvadora, donde están mis raíces, donde tengo la certeza de que no me vas a fallar, de que me vas a dar el espíritu tuyo que le diste a tu hijo Jesús para enseñarnos el camino, la verdad y la vida.

Por eso dice el Evangelio que escuchamos hoy al iniciar su ministerio Jesús, dice, “Fue a Nazaret donde se había criado. Le entregaron el rollo del profeta Isaías y desenrollándolo encontró el pasaje donde estaba escrito, ‘El espíritu del Señor está sobre mí.’ ¿Y qué dijo Jesús?

“Hoy se ha cumplido esta escritura. que acaban de oír. El reino de Dios en la Tierra ha iniciado con Jesucristo y nosotros somos sus misioneros, sus enviados”.

Por eso estamos celebrando esta Eucaristía, porque sabemos que aquí renovamos la presencia de Jesús en este sacramento para reforzar nuestro ánimo y fortalecernos en nuestra vocación de darlo a conocer, que también los demás que nos rodean conozcan a Jesús y que entonces estemos percibiendo la ayuda del Espíritu Santo en nuestro compartir con los demás, nuestra esperanza cristiana. Así sea.

 

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