Homilía- Por las madres y los afectados de la Línea 12 del Metro- 09/05/21
“Estas cosas se las he dicho para que mi alegría esté en ustedes y para que su alegría sea plena”.
¿Cuáles cosas nos ha dicho Jesús, para que nuestra alegría sea plena? Jesús había anunciado a sus discípulos, que Dios Padre enviaría en su nombre, al Espíritu Santo, Consolador, que él les enseñaría todo y les recordaría todas las enseñanzas (Jn 14,26). Es decir, que al volver Jesús de nuevo a la Casa del Padre, sus discípulos no quedarían abandonados en esta peregrinación en la tierra.
Sin embargo advirtió que deberíamos permanecer unidos a él, guardando sus mandamientos, como lo hemos recordado el domingo pasado, a propósito de la parábola de la Vid y los Sarmientos. Y en el Evangelio de hoy ha expresado claramente: “Éste es mi mandamiento: ámense los unos a los otros como yo los he amado”.
Por esta razón, la relación con el Espíritu Santo es indispensable para vivir y evitar la muerte en vida, como comprobamos con todos los que lamentablemente pierden el sentido de su existencia, y van camino a la muerte eterna; en cambio si invocamos y nos relacionamos bajo su guía, nos hará fecundos y desarrollaremos una amistad permanente y creciente, que nos llenará de alegría.
“Nadie tiene un amor más grande que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor. Los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que me ha dicho mi Padre. No me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes y los destiné para que vayan y den fruto, y un fruto que permanezca”.
Quien practica y vive el mandamiento del amor, podrá percibir y agradecer las maravillas que obra el Espíritu Santo como vemos en la escena de la primera lectura sobre la evangelización del apóstol Pedro: “Todavía estaba hablando Pedro, cuando el Espíritu Santo descendió sobre todos los que estaban escuchando el mensaje. Al oírlos hablar en lenguas desconocidas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes judíos que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se hubiera derramado también sobre los paganos”.
En efecto, Dios se manifiesta de múltiples formas para llegar al corazón de todos sus hijos, independientemente de su raza, condición, lengua, nación, e incluso de su opción como creyentes en otras religiones o en la no creencia. Siempre el Espíritu Santo ofrece la oportunidad y propicia la ocasión para manifestar a través de los discípulos de Jesucristo, el amor y la misericordia de Dios Padre.
Por esto es tan importante servir y auxiliar a cualquier prójimo necesitado, o a cualquier comunidad y pueblo independientemente de su religión y creencias. Esta actitud y práctica del amor, la ha concretado, desde su gran responsabilidad, el Papa Francisco con múltiples gestos y servicios, como el viaje que el pasado mes de marzo realizó a Irak para animar y consolar a las víctimas del terrorismo y de los largos conflictos vividos en ese país.
Con gestos así el Papa ha mostrado el camino a recorrer para hacer de la crisis mundial ante la Pandemia una oportunidad para crecer y convertirnos en mejores personas, responsables y solidarias, capaces de superar la mirada miope de solo velar por los que tengo cerca, y levantar la mirada para asumir en corresponsabilidad actitudes y decisiones para edificar la civilización del amor; ya que como bien lo advirtió el Papa Francisco desde el año pasado, de esta crisis saldremos mejores o peores personas, pero ciertamente no saldremos igual que antes de la pandemia.
Reconociendo el fuerte testimonio que ha mostrado el Papa Francisco ante la emergencia mundial de la Pandemia Covid, hemos seguido su ejemplo como Iglesia en México, replicando en todas las Diócesis del país, acciones de ayuda solidaria a los más afectados, a través de Caritas Mexicana, y en colaboración de muchas instituciones y personas de buena voluntad, uniendo esfuerzos y recursos para llevar el auxilio, la ayuda material, psicológica, y espiritual a quienes sufren.
De la misma manera y sirviendo a nuestra ciudad, la Institución Caritas México y de la Pastoral Social en coordinación con los servicios sociales de instituciones católicas presentes en esta Arquidiócesis, hemos hecho acto de presencia y de auxilio en diversas formas, tanto a quienes carecen de lo necesario para sobrevivir, como a quienes afectados por el confinamiento social, o por las situaciones dolorosas de familiares infectados por Covid, o por lamentables heridos, fallecidos o por familias que quedan en doloroso duelo ante la tragedia, como la que acaba de acontecer en nuestra diócesis hermana de Xochimilco.
En estas situaciones experimentar la ayuda solidaria y vivir la fe, levanta el ánimo, y con la presencia de la ayuda recibida se descubre la mano de Dios, y se encuentra el consuelo y la esperanza para seguir viviendo. De esta manera hacemos vida lo que ha recordado el apóstol San Juan en la segunda lectura: “Queridos hijos: Amémonos los unos a los otros, porque el amor viene de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor”.
En la experiencia familiar es frecuente y constante descubrir el amor incondicional que muestran las mujeres madres por sus hijos, este amor fortalece y ayuda a superar muchas pruebas y situaciones difíciles, que toda persona afronta a lo largo de su vida. Pidamos por todas las mujeres madres en la víspera de este 10 de mayo.
Quizá por eso Dios Padre nos ha enviado a Nuestra Madre, María de Guadalupe para que experimentemos su amor y ternura, y provoque en nosotros una fuerza interior suficiente para superar el egoísmo, que siempre se hace presente en la cotidianidad de nuestra existencia. Por eso los invito a un momento de silencio para invocarla en nuestro auxilio como una sola familia, de la que ella es Madre.
Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa para hacer frente a las consecuencias de esta pandemia mundial, haznos valientes para acometer los cambios que se necesitan en busca del bien común.
Acrecienta en el mundo el sentido de pertenencia a una única y gran familia, tomando conciencia del vínculo que nos une a todos, para que, con un espíritu fraterno y solidario, salgamos en ayuda de las numerosas formas de pobreza y situaciones de miseria.
Te pedimos por todos los afectados por el descarrilamiento del Metro de nuestra ciudad, tanto por la salud de los heridos como por el eterno descanso de los fallecidos. Y haz llegar tu ternura y consuelo a los familiares, que han padecido tan doloroso acontecimiento.
Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración.
Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.