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Cardenal Carlos Aguiar Retes

¿En qué o en quiénes pongo mi confianza? – Homilía 25/09/22

“¡Ay de ustedes, los que se sienten seguros en Sión y los que ponen su confianza en el
monte sagrado de Samaria! Se reclinan sobre divanes adornados con marfil, se
recuestan sobre almohadones para comer los corderos del rebaño y las terneras en
engorda. Canturrean al son del arpa, creyendo cantar como David. Se atiborran de
vino, se ponen los perfumes más costosos, pero no se preocupan por las desgracias
de sus hermanos. Por eso irán al destierro a la cabeza de los cautivos y se acabará la
orgía de los disolutos”.

¡Qué duras palabras lanza el profeta Amós a los desmanes y vida disoluta que observaba en la gente poderosa del Reino de Samaria! Pero que lamentablemente, vemos repetirse a lo largo de los siglos en la Humanidad.

¿A qué se debe, que no aprendamos de una generación a otra, como sociedad, a cambiar la actitud en el control de los bienes y riquezas?

Pareciera que las terribles consecuencias que producen el derroche y la vida libertina, al desatar los instintos y las pasiones más bajas, no cuestionan la conciencia social para buscar la verdadera libertad, que conduzca a la auténtica alegría y la paz interior, que generaría la convivencia social, fraterna, solidaria y respetuosa de la dignidad de toda persona.

Los invito a descubrir en la Parábola, que hoy hemos escuchamos de boca de Jesús, la clave para adquirir una actitud positiva y salvífica: “Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos. Abraham le dijo: Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen. Pero el rico replicó: No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán. Abraham repuso: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto”.

Por tanto, la clave está en escuchar la Palabra de Dios, que a través de Moisés, los Profetas, y el mismo Jesús y sus apóstoles han manifestado. Por ejemplo, hace dos semanas, el domingo 4 de este mes, Jesús advirtió, que debemos esforzarnos para
lograr que sus enseñanzas sean la brújula de mis decisiones, asumiéndolas
prioritariamente ante cualquier otra atracción o preferencia.

“Si alguno quiere seguirme y no me prefiere a su padre y a su madre, a su esposa y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, más aún, a sí mismo, no puede ser mi discípulo. Y el que no carga su cruz y me sigue, no puede ser mi discípulo… cualquiera de ustedes que no renuncie a todos sus bienes, no puede ser mi discípulo”.

Por eso es conveniente interrogarnos: ¿En qué o en quiénes pongo mi confianza? ¿Me dejo llevar por lo que me atrae, sin discernir las consecuencias, sin clarificar si me ayuda para bien o me perjudica? La insensibilidad conduce a la ceguera espiritual, y por tanto, frena el crecimiento del espíritu para aprender a amar al estilo de Dios Trinidad, para el que fuimos creados.

¿Cómo lograr, detectar a tiempo los riesgos de las atracciones, que surgen en mi interior? La forma de alcanzar tan importante meta, es realizar habitualmente el examen de conciencia, detectar mis inquietudes y clarificar mediante el discernimiento las que son para bien, de las que me conducirán a correr los riesgos de ceder ante la tentación.

Para mayor eficiencia en el examen de conciencia es muy conveniente y provechoso compartir mis dudas y conclusiones con personas de confianza, que me estiman y valoran, y que podrán hablarme con la verdad.

Además, hoy San Pablo recomienda en la segunda lectura: “Tú, como hombre de Dios, lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Lucha en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado, y de la que hiciste tan admirable profesión ante numerosos testigos”.

Elegir a Cristo como Camino, Verdad y Vida nos lleva a descubrir al prójimo como nuestro hermano; lo cual moverá nuestro corazón a la acción, tanto personal como comunitaria. Así la pobreza del prójimo para los cristianos es una oportunidad para suscitar y desarrollar la caridad.

Para este proceso de seguir a Cristo, es indispensable que desarrollemos las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad. La Fe en la Palabra revelada por Jesús ilumina el camino a recorrer, es la luz que nos orienta en esta vida, y practicándola nos abre a la Esperanza, que a su vez nos mueve a la Caridad.

Viviendo este proceso experimentaremos cómo la Caridad, retroalimenta y fortalece la Esperanza, y a su vez, confirma que la Fe es la autentica lámpara para desarrollar nuestra sensibilidad por el prójimo necesitado.

La práctica del servicio y ayuda a los más pobres será mas fecunda si lo hacemos en comunión y colaboración con la comunidad parroquial o diocesana. Particularmente es bueno recordar que la Iglesia Católica tiene una Institución Pontificia presente en todas las Diócesis llamada “CÁRITAS”, la cual muchas veces tiene su presencia en las Parroquias.

Recordemos que, al ejercer la Caridad de forma comunitaria y habitual, nuestra colaboración se vuelve evangelizadora, comunicamos un testimonio contundente y atractivo de la presencia de Cristo en medio de nosotros.

Así nació y se desarrolló la Iglesia primitiva. Ante los actuales desafíos es urgente que volvamos a evangelizar con los hechos, y dar testimonio claro de nuestra colaboración para lograr una sana y pacífica convivencia social.

Supliquemos a Nuestra Madre, María de Guadalupe, que nos lleve de la mano por el camino de la Caridad para manifestar en nuestro tiempo, que su Hijo, Cristo Jesús vive en medio de nosotros a través de nuestra actividades.

Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, en la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, con plena confianza, mueve nuestro corazón para promover que descubramos en cada persona a un hermano.

Que podamos sentir ahora más que nunca que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, ayúdanos a promover un espíritu solidario, en esta Jornada Mundial por los migrantes y refugiados. Y que estas Jornadas generen el nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

Madre de Dios y Madre nuestra, buscamos refugio bajo tu protección. Transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que experimentemos una verdadera conversión del corazón.

Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, y la constancia en la oración. Ayúdanos a caminar juntos y vivir la sinodalidad en la escucha recíproca y en el discernimiento en común, para ser testigos del amor de Dios, como tú lo has sido con nosotros.

Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

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