¿Qué tipo de reino es el Reino de Jesús? – Homilía 20/11/22
“También los soldados se burlaban de Jesús, y acercándose a él, le ofrecían vinagre y le decían: Si tú eres el rey de los judíos, sálvate a ti mismo”.
¿Qué tipo de Reino es el de Jesús? ¿Quiénes forman parte y cómo accedemos a este Reino de Dios?
Juan Bautista preparó el camino al Mesías, y acreditó a Jesús como el Mesías esperado. La preparación la cumplió anunciando que ya estaba a punto de llegar el Mesías y esta misión la realizó, bautizando a quienes manifestaban su arrepentimiento y su disposición para recibir el perdón de los pecados.
Aunque es importante notar, que en el bautismo de Jesús, más que Juan, son el Espíritu y la voz del Padre, quienes presentan a Jesús como el Mesías esperado: “Por aquellos días llegó Jesús desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán. En cuanto salió del agua vio abrirse los cielos y al Espíritu, que bajaba sobre él
como paloma. Se oyó entonces una voz que venía del cielo: Tú eres mi hijo amado, en tí me complazco” (Mc 1,9-11).
Jesús al inicio de su ministerio público lo primero que anunció fue, que el Reino de Dios había llegado, y llegaba con El, mediante su Encarnación. Para entender la naturaleza del Reino de Dios se necesita descubrir las dos dimensiones que constituyen el Reino de Dios.
La primera y más conocida consiste en reconocer los males que haya cometido y asumir el arrepentimiento de corazón para pedir perdón a Dios, a lo cual llamamos Conversión personal; y la segunda dimensión es la Conversión Pastoral, que consiste en creer, que el Reino de Dios ha llegado, y que estoy llamado a dar testimonio con mi vida, que Dios vive y nos acompaña a través de nuestras relaciones fraternas y solidarias. Ambas son complementarias y recíprocamente se comprenden y se necesitan, independientemente con cuál dimensión haya iniciado el seguimiento de Jesucristo.
Jesucristo encarna el Reino de Dios. La llegada del Reino en Jesús debe ser prolongada por sus discípulos, por eso los llama para prolongar en la Historia el dinamismo del misterio de la Encarnación. De esta manera en la comunidad apostólica y eclesial, Cristo se mantiene presente a lo largo de los siglos, ofreciendo eficazmente la redención salvífica.
Por tanto, en la primera dimensión del Reino de Dios es indispensable el Arrepentimiento de todo aquello que haya sido decisión para actuar solamente pensando en mis intereses, dejando de lado el bien de los demás; es reconocer mi
tendencia al egoísmo y las acciones negativas que haya vivido. Para lo cual, se debe examinar la conducta, si he procurado solamente mi propio bien, dejando de lado la búsqueda del bien para mi prójimo, o incluso si he habitualmente abandonado la preocupación por el bien de los demás.
La segunda dimensión inicia con la preparación de mi persona para disponer mi espíritu a una Conversión no solamente de abandonar mis acciones egoístas, a lo cual llamamos conversión personal, sino también es indispensable aceptar y asumir que Dios está presente y acompaña a la humanidad en todo momento, y que para corresponder a su amor, acepto con plena convicción colaborar con los demás en la edificación de la Civilización del Amor.
Así, el dinamismo del Reino de Dios exige centrar el poder en el servicio al prójimo, especialmente ayudando al más necesitado de quienes me rodean; y para mayor eficiencia, debo aprender a orientar mi disposición para la
colaboración con los demás miembros de mi comunidad de discípulos de Cristo, y juntos como Iglesia, anunciar y testimoniar en los distintos ambientes, donde desarrolle mis relaciones y actividades, que Jesucristo vive y acompaña a la humanidad para ofrecer el amor misericordioso de Dios Padre, y proporcionar la ayuda necesaria mediante la asistencia del Espíritu Santo, ante todo tipo de adversidades, y ser así capaces de prolongar ese amor a nuestros prójimos.
¿Y de qué manera podemos entender a Jesús como Rey?
San Pablo ofrece los elementos claves para entender porque Jesús es Rey: “Cristo es la imagen de Dios invisible, el primogénito de toda la creación, porque en él tienen su fundamento todas las cosas creadas, del cielo y de la tierra. Todo fue creado por medio de él y para él”. Dios Padre llevó a cabo la obra de la Creación mediante su Hijo, que
es su Palabra, es su Presencia.
San Pablo continúa, haciendo alusión a la Resurrección de Jesucristo: “Él es también la cabeza del cuerpo, que es la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que sea el primero en todo.” Luego añade expresando la finalidad redentora de la Encarnación: “Dios quiso que en Cristo habitara toda plenitud y por él quiso reconciliar consigo todas las cosas, del cielo y de la tierra, y darles la paz por medio de su sangre, derramada en la cruz”.
Jesucristo con plena confianza en su Padre, escucha la súplica del buen ladrón, que supo robarse el Paraíso al expresar su fe en el crucificado, diciéndole: “Señor, cuando llegues a tu Reino, acuérdate de mí”. Jesús responde al ajusticiado: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”.
Nosotros podremos obtener el ingreso al Paraíso mediante nuestra Conversión personal, y ofrecerlo a nuestros prójimos con nuestra Conversión pastoral. Pidámosle a Nuestra Madre, María de Guadalupe que nos acompañe para anunciar la presencia del Reino de Dios en el mundo actual, y sepamos proclamar con plena convicción:
¡Viva Cristo Rey!
Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a expresar nuestra solidaridad de forma creativa, haznos valientes para generar y promover los cambios que se necesitan para superar la gran desigualdad social que vivimos, y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres.
Con tu cariño y ternura transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad, para lograr una verdadera conversión del corazón, y generar una Iglesia Sinodal, aprendiendo a caminar juntos; así seremos capaces de testimoniar la presencia de tu Reino en esta desafiante época que vivimos.
Madre de Dios y Madre nuestra, conscientes de la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, pedimos tu auxilio para que nuestros esfuerzos misioneros realizados en la Megamisión que hoy culminamos, sean semilla del Reino de Dios, que contribuya al nacimiento de un México más fraterno y solidario.
Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén