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Arzobispo Carlos Aguiar Retes En La Basílica De Guadalupe. Foto: Cortesía INBG

¿Cómo puedo tener una relación personal con Jesús? Homilía del 5 de marzo de 2023

“Deja tu país, a tu parentela y la casa de tu padre, para ir a la tierra que yo te mostraré. Haré nacer de ti un gran pueblo y te bendeciré. Engrandeceré tu nombre y tú mismo serás una bendición…En ti serán bendecidos todos los pueblos de la tierra”.

Respondiendo al Señor, seremos siempre acompañados y bendecidos por su amor. En la misma tónica San Pablo lo reafirma en el cumplimiento de la misión, que Dios solicita especialmente ante el sufrimiento y obstáculos, que se encuentren en el camino. Para lo cual es fundamental centrar nuestra vida teniendo siempre en cuenta a Jesucristo, en su testimonio y en sus enseñanzas, en las que encontraremos la orientación ante las interrogantes existenciales; y la fortaleza ante las adversidades, incluidas la persecución y la misma muerte.

“Querido hermano: Comparte conmigo los sufrimientos por la predicación del Evangelio, sostenido por la fuerza de Dios. Pues Dios es quien nos ha salvado y nos ha llamado a que le consagremos nuestra vida, no porque lo merecieran nuestras buenas obras, sino porque así lo dispuso él gratuitamente”.

Esto se ve reflejado en la escena del evangelio, que ofrece un pasaje asombroso y lleno de elementos para vivir el discipulado con fidelidad y entrega. En primer lugar el establecer la relación personal con el Señor Jesús: “Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, el hermano de éste, y los hizo subir a solas con él a un monte elevado”.

Pero, ¿cómo puedo yo generar una relación personal e íntima con Jesús, si a Él no lo puedo ver ni acompañar como Pedro, Santiago y Juan?

La formas cambian, pero las posibilidades del Encuentro con Jesucristo no se limitan a las corporales, se extienden mediante la relación espiritual, aunque intangible, no se toca corporalmente pero es real; ya que puedo desarrollar una experiencia de relación que transforma mi vida.

Ahora, ¿cuál es el camino? Indudablemente es indispensable el silencio ante el mundo exterior para encontrarme conmigo mismo, descubriendo lo que Dios ha sembrado en mi corazón, y aprendiendo a dar cauce a las buenas inquietudes, que surjan de ese descubrimiento.

Este arranque es el inicio de un proceso que llamamos Oración desde el corazón: y consiste en la relación con el Espíritu Santo, quien siembra las inquietudes y desarrolla la experiencia para conocer la Voluntad de Dios Padre ante las diversas y variadas circunstancias de mi vida, de mis relaciones interpersonales, y de mis respuestas a los contextos familiares, laborales, y sociales.

Este proceso de aprendizaje para orar necesita la herramienta fundamental, que debe acompañarme durante toda mi vida: la lectura, meditación y reflexión comunitaria de los Evangelios, para conocer las enseñanzas de Jesucristo y la manera como él respondió en sus circunstancias a su vocación.

A esto se refiere San Pablo hoy: “Este don, que Dios ya nos ha concedido por medio de Cristo Jesús desde toda la eternidad, ahora se ha manifestado con la venida del mismo Cristo Jesús, nuestro salvador, que destruyó la muerte y ha hecho brillar la luz de la vida y de la inmortalidad, por medio del Evangelio”.

Estas reflexiones sobre la necesidad de transmitir a las nuevas generaciones la importancia para desarrollar el camino espiritual, en relación con la vida cotidiana y el cumplimiento de las responsabilidades respectivas, es y será indispensable, contar con guías espirituales. El ideal es que en la primera etapa de la niñez sean conducidos por los propios padres en el contexto familiar, vecinal y escolar.

Se desprende por tanto, la necesaria asistencia que debemos ofrecer a las familias, particularmente como Iglesia. Por esta razón, los Obispos de México hemos acordado intensificar cada año en el mes de Marzo, la atención y ayuda a la Familia. Tanto en la etapa previa de preparación al matrimonio, como posteriormente ofrecer la asistencia para la formación y mutua ayuda entre los matrimonios constituidos.

La existencia de Movimientos y Asociaciones Apostólicas en favor de la familia, son una enorme ayuda a nuestra sociedad, y por ello debemos apoyarlos en nuestras comunidades parroquiales, tanto en estructuras materiales, facilitando los espacios, como en la asistencia espiritual con los agentes de pastoral, sean sacerdotes, religiosas, o laicos preparados y comprometidos en esta dimensión.

También llega el próximo miércoles el Día Internacional de la Mujer. Cristo dio testimonio que somos complementarios, que tenemos la misma dignidad, y que sólo en una relación fraterna y solidaria nos conducirá a edificar la anhelada Civilización del Amor. Es urgente e indispensable generar una cultura, sustentada en la misma dignidad de ser hijos de Dios, y desarrollar las Instituciones necesarias para ofrecer una sociedad, en la que todos tengamos opción a la educación, salud, empleo, y vida digna.

Los invito para que en esta Cuaresma desarrollemos una reflexión personal, familiar, social, en los diversos círculos de nuestra vida, para replantearnos el aprendizaje para ejercer la libertad, aprendiendo a optar siempre el bien, y a evitar el mal. Y de esta manera, superar el individualismo y el subjetivismo, que tanto dañan a nuestra sociedad; ya que están mal encauzados, y conducen al libertinaje y a las adicciones.

Pidámosle ayuda a Nuestra Madre, María de Guadalupe, a quien le tenemos tanto cariño y confianza, ella supo darle todo su afecto a Jesús, acompañándolo hasta el final en el Calvario, y recibiendo por ello, la gracia de ver a su hijo resucitado.

Oh María, Madre nuestra, tú resplandeces siempre en nuestro camino como un signo de salvación y esperanza; porque has venido aquí para mostrarnos el cariño y la ternura necesaria, que nos permite confiar en tí y en tu Hijo Jesucristo.

Tú, Esperanza del pueblo mexicano, sabes lo que necesitamos y estamos seguros de que nos ayudarás a interpretar, lo que Dios Padre espera de nosotros, en este tiempo tan desafiante.

En ti confiamos, Madre del Divino Amor, guíanos con la luz de la Fe y la fortaleza de la Esperanza para cumplir la voluntad del Padre, discerniendo en comunidad, lo que el Espíritu Santo siembra en nuestros corazones.

Auxílianos para que nuestras familias crezcamos en el Amor, y aprendamos a compartir lo que somos y tenemos con nuestros hermanos más necesitados.

Ayúdanos en esta Cuaresma a convertir nuestras penas y llantos en ocasión propicia para descubrir, que a través de la cruz conseguiremos la alegría de la resurrección.

A ti nos encomendamos, Madre de la Iglesia, para ser buenos y fieles discípulos de Jesucristo, como tú ejemplarmente lo fuiste; y convertirnos en sembradores y promotores de la paz.

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios, no desprecies nuestras súplicas en las necesidades, antes bien líbranos de todo peligro, oh Virgen gloriosa y bendita. Amén.

 

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