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El Card. Carlos Aguiar Retes Preside La Misa Dominical. Foto: Basílica De Guadalupe/Cortesía.

“Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca”.

“Busquen al Señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo mientras está cerca”.
Indudablemente hay momentos por muy diferentes motivos, en que sentimos cercana y reconfortante la presencia de Dios en nuestras vidas. Hoy el Profeta Isaías nos alerta para aprovechar dicha experiencia y fortalecer nuestro espíritu, en la convicción que el Señor Jesús camina siempre con nosotros.
Todo ser humano disfruta la presencia del ser amado, y desea la continuidad del encuentro. En cambio la separación y la ausencia generan tristeza y nostalgia, que pueden distraer, y aún más, provocar el abandono de las tareas propias, que implican cumplir la voluntad del Padre.
Por ello, el discípulo de Cristo debe aprender a vivir las ausencias y las presencias, para ello le sirven la oración, especialmente la Eucaristía, y la vida de comunidad. También es necesario tomar conciencia y cuidar que la razón de sus actividades sea cumplir la voluntad del Padre.
Cuando hacemos lo que Dios quiere que hagamos, nos convertiremos en luz para los demás y generaremos vida, y esos frutos traerán siempre una satisfacción y paz, que proceden del Espíritu Santo. Será así sin percibirlo claramente, que transmitiremos para el otro, ¡Que Dios está siempre presente en sus vidas!
Así descubriremos la importancia y la imperiosa necesidad de los encuentros, y la puesta en común de los discípulos de Jesús en la vida de la Iglesia; en esto consiste una Iglesia Sinodal, que pone en común su servicio para el bien común.
Por tanto, nos necesitamos unos a otros, y así seremos siempre capaces de asumir con esperanza el dolor, el sufrimiento, y la tristeza, ante cualquier ausencia generada por la tragedia, la enfermedad, o la misma muerte.
En este camino edificaremos nuestra experiencia de la comunión con Dios, nuestro Padre, a quien le podremos presentar todas nuestras inquietudes y necesidades, y sus respuestas serán causa de una alegría, que nadie nos la podrá arrebatar; aunque las respuestas de Dios, no hayan sido como las habíamos imaginado o deseado.
Por eso el Profeta Isaías continúa diciendo: “Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son mis caminos, dice el Señor. Porque así como aventajan los cielos a la tierra, así aventajan mis caminos a los de ustedes y mis pensamientos a sus pensamientos”.
Y entenderemos también el dilema que nos transmite el apóstol Pablo, desde su misión evangelizadora y su personal relación con Dios: “Porque para mí, la vida es Cristo, y la muerte, una ganancia. Pero si el continuar viviendo en este mundo me permite trabajar todavía con fruto, no sabría yo qué elegir”.

Si bien hemos clarificado la necesidad del encuentro y la puesta en común, también podremos superar la frecuente tentación, de quien ha dado una parte importante de su vida al servicio de sus hermanos, y espera que los demás hagan lo mismo, y se decepciona con facilidad, e incluso puede protestarle a Dios, al ver que no responden al cien por ciento como él lo ha hecho. Así lo relata Jesús en la Parábola:
“Cuando les llegó su turno a los primeros, creyeron que recibirían más; pero también ellos recibieron un denario cada uno. Al recibirlo, comenzaron a reclamarle al propietario, diciéndole: ‘Esos que llegaron al último sólo trabajaron una hora, y sin embargo, les pagas lo mismo que a nosotros, que soportamos el peso del día y del calor”.
Jesús ofreció a sus discípulos una espléndida preparación para lo que vendría después de su muerte en cruz, unos darían, como Jesús, su vida en el martirio y otros como San Juan al servicio de la evangelización, pastoreando a la comunidad.
Por eso en la Parábola escuchamos al propietario aclarar: “a uno de ellos: Amigo, yo no te hago ninguna injusticia. ¿Acaso no quedamos en que te pagaría un denario? Toma, pues, lo tuyo y vete”.
Por tanto, las respuestas en compromisos para servir a los demás pueden ser muchas o pocas, pero al final lo que importa es recibir el denario, es decir la vida eterna, compartiendo la vida de amor con Dios Trinidad.
La experiencia es personal, y así como el vaso pequeño y el vaso grande se llenan según su tamaño, las cantidades de agua son distintas, pero suficientes para cada vaso. Así somos las personas con diferentes capacidades, potencialidades, habilidades y el arte es que cada uno desarrolle lo que tiene y será una persona que aporte a los demás, aspectos y servicios, que el otro no es capaz de adquirirlos por sí mismo.
Es precisamente la gran riqueza de la diversidad, que genera en el encuentro y la puesta en común grandes beneficios para la comunidad.
Ahora si podremos entender y asumir como nuestra, la reflexión del Apóstol Pablo: “Me hacen fuerza ambas cosas: por una parte, el deseo de morir y estar con Cristo, lo cual, ciertamente, es con mucho lo mejor; y por la otra, el de permanecer en vida, porque esto es necesario para el bien de ustedes. Por lo que a ustedes toca, lleven una vida digna del Evangelio de Cristo”.
Así procedió Nuestra Madre María de Guadalupe, y así ha hecho y continúa haciendo grandes maravillas al escucharnos y respondernos en nuestro corazón, como quizá ya lo habremos experimentado cuando en momentos de tristeza o de tragedia la hemos invocado. Por eso también ahora le dirigimos nuestra súplica confiada.

Tú, Madre querida, bien conoces que Dios es amor, y que nos ha creado a su imagen para hacernos custodios de toda la creación. Abre nuestras mentes y toca nuestros corazones para que respondamos favorablemente, cuidando la creación y heredemos en buenas condiciones nuestra Casa Común a todas las criaturas, especialmente a las generaciones futuras.
Particularmente en este mes de septiembre te pedimos por nuestra Patria querida para que encontremos los caminos de la reconciliación y obtengamos la paz anhelada en todas las familias, y en todos los rincones de nuestro país.
También te pedimos por el Papa Francisco y por todos los participantes al Sínodo que iniciará el próximo 4 de octubre en Roma, para que renovemos nuestra aspiración de ser una Iglesia Sinodal, donde todos seamos capaces de escucharnos, de discernir la voluntad de Dios Padre, de ponerla en práctica, y transmitirla a nuestro prójimos.
Finalmente en esta doble jornada, la mundial por los migrantes y refugiados para que sean asistidos adecuadamente, y en la nacional por la pastoral de turismo para que sean conscientes de cuidar el medio ambiente; así mismo te pedimos por los jóvenes que participan en los talleres de Scholas Ocurrentes, descubran su vocación, y orienten sus potencialidades al servicio de la comunidad.
Todos los fieles presentes este Domingo nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén.

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