Homilía Vigilia Pascual 2024 – Cardenal Carlos Aguiar Retes, 31/03/24
“Y creó Dios al hombre. A su imagen, a imagen suya lo creó. Varón y mujer los creó.”
En este primer libro del Génesis, que hemos escuchado nos recuerda, que el
matrimonio es un proyecto de Dios. Un proyecto importantísimo para la vida social.
Tanto el matrimonio como en consecuencia, la familia. De esta manera, Dios no
solamente favorece la relación para que haya hijos, sino también para hacer presente
en el mundo una manera concreta de aprender a amar. ¿Por qué nos hizo a su
imagen, quien es Dios? Dios es una comunidad trinitaria: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Pero son una sola naturaleza: el amor. ¿Y en esa imagen Dios diseñó la creación del
ser humano: varón y mujer? Es así como en el mundo puede haber este fuerte
testimonio, este fuerte testimonio del amor y reflejar a Dios en nuestra vida de
amor.
La segunda lectura del libro del Éxodo, expresa: “Diles a los israelitas que se pongan
en marcha”. Que se pongan en marcha; es decir, a esta vida vinimos a desarrollar
nuestras potencialidades con la creatividad, características y potencialidades de cada
uno de nosotros. Y a Moisés le ordena: «y tú alza tu bastón, extiende tu mano sobre el
mar y divídelo para que los israelitas entren en el mar sin mojarse» Hay que confiar en
las enseñanzas de Dios, que a través de Jesucristo y a través de los profetas fue
dando indicaciones precisas de cómo vivir. Si seguimos esas indicaciones de Dios, sus
enseñanzas, podremos vivir sin temor, podremos siempre ir adelante con esperanza,
porque hacemos lo que Dios espera de nosotros.
En la lectura del libro del Profeta Isaías, la tercera que escuchábamos, el profeta
afirma: Esto dice el Señor ¿Por qué gastar el dinero en lo que no es? ¿Y el salario en lo
que no alimenta?». Qué oportunas vienen estas indicaciones del profeta, que habla en
nombre de Dios, para nuestro tiempo: ¿Cómo se gasta dinero en lo que no
alimenta? Cada uno pensemos en nuestra propia manera de administrar nuestras
ganancias, nuestro dinero, nuestro salario. Y recordemos: “¿Por qué gastar el dinero
en lo que no es pan? ¿Y el salario en lo que no alimenta?”. Por tanto, hay que discernir
lo que es necesario, y aprovechar de la mejor manera nuestros ingresos.
También afirma el profeta: «Busquen al señor mientras lo pueden encontrar, invóquenlo
mientras está cerca». Qué importante es tener nosotros, como lo estamos viviendo
aquí, una experiencia de Dios, una experiencia al escuchar su Palabra. Hay que
aprovechar estas experiencias intensas, porque son las que nos van a permitir
desarrollar en nuestro interior la espiritualidad. Si no tenemos un desarrollo espiritual,
somos hombres perdidos, flaqueamos ante cualquier tentación. Pero si desarrollamos
nuestro espíritu, entonces tendremos esta cercanía de Dios, constataremos como
nuestra fortaleza va haciéndose cada día mayor.
¿Y cómo afrontamos con mayor valor las adversidades? El profeta en nombre de Dios
afirma: “Mis pensamientos no son los pensamientos de ustedes, sus caminos no son
mis caminos”. Con estas palabras, nos está indicando, que debemos realizar un
aprendizaje para descubrir lo que Dios quiere, y asumiremos así la espiritualidad
cristiana.
Precisamente, entre otros grandes Santos, San Ignacio de Loyola extendió esta
indispensable necesidad de adquirir la capacidad de discernimiento. Si discernimos lo
que está sucediendo en nuestro alrededor, si discernimos ante nuestro contexto, ¿qué
es lo que Dios me pide hacer? Y así lo hago, lo encomiendo a Él, tengan la seguridad
de que van a llevarse las mayores sorpresas de su vida, porque no se van a realizar lo
que ustedes esperan necesariamente, sino otras cosas que Dios aprovecha para
hacerse presente mediante su espíritu en los que hacemos, y en favor de los que
servimos.
Pasamos al Nuevo Testamento. Hemos escuchado al Apóstol San Pablo que se dirige
a los católicos de Roma: «Así como Cristo resucitó de entre los muertos por la Gloria
del Padre, así también nosotros llevemos una vida nueva». Si creemos en la
resurrección, que Cristo resucitó, confiemos en que también resucitaremos.
Pero ya desde esta vida lo podremos constatar hoy con mayor frecuencia cuando
aumentan los suicidios, cuando encontramos tanta gente en depresión, sin ánimo de
vivir o abrumado por las enfermedades. Si los conducimos al encuentro de Jesucristo
recuperaran la vida.
Por eso afirma San Pablo: «Llevemos una vida nueva en esta misma vida». Es posible
estar constantemente resucitando nuestra interioridad, cambiando nuestras maneras
de ser y de ver las realidades, y así aprendemos a conducirnos en ellas de la manera
como Dios está esperando. Y, por tanto, sin miedo al futuro. Muchas veces nos puede
venir esa tentación de futurizar para ver qué es lo que me conviene. Confiemos en el
Señor porque Cristo, vive en medio de nosotros a través del Espíritu Santo. Así se lo
pidió al Padre, y así les indicó a sus apóstoles que lo iba a hacer. Y la prueba de que
así sucede es cuando así actuamos, también experimentamos la presencia divina.
Finalmente, vayamos al Evangelio de San Marcos. Dice que María Magdalena y María
van al sepulcro porque al día siguiente quieren embalsamar el cuerpo de Cristo. Van
caminando y se preguntan: «¿Quién nos quitará la piedra de la entrada del sepulcro?».
Interesante esta pregunta porque refleja nuestros miedos, nuestras fragilidades,
nuestros temores ante lo que debemos hacer o queremos hacer. Y así van estas
mujeres ¿Quién? ¿Quién nos quitará, no tenemos la fuerza para mover esa piedra? ¿Y
qué sucede? Al llegar vieron que la piedra ya estaba quitada a pesar de ser muy
grande. Nuestros miedos, nuestras fragilidades y temores los resuelve Dios de alguna
manera y nos sorprende.
Finalmente, cuando ya entran y no encuentran el cuerpo, un joven vestido de blanco
les dijo: «Buscan a Jesús de Nazaret, el que fue crucificado. No está aquí. Ha
resucitado. Ahora vayan a decirles a sus discípulos y a Pedro. Él irá delante de ustedes
a Galilea. Allá lo verán».
Jesús se muestra desde la resurrección en camino, en marcha, actuando. No se
quedó ahí esperando. Salió del sepulcro y va a Galilea cumpliendo siempre con
plena confianza lo que había prometido. Así debemos ir como Jesús, con espíritu
firme a cumplir nuestras responsabilidades.
No tengamos miedo a las responsabilidades. Asumámoslas. Actuemos con la
confianza de que Dios nos acompaña, de que Dios va por delante. Y allá lo verán
cuando cumplimos nuestras tareas. Allí lo encontraremos, él ya se nos adelantó.
Que el Señor con esta fe que hoy renovaremos y que recibimos desde nuestro
bautismo, y que fue confirmado con ese sacramento hermoso de la Confirmación.
Explicaba Santo Tomás de Aquino que es el envío, porque el bautismo nos hace hijos,
pero la confirmación nos hace discípulos misioneros.
Con esa confianza los invito a que de corazón no dejemos solamente a esta mujer que
hoy después de todo un proceso de catecumenado va a recibir el sacramento del
bautismo, de la confirmación, y de su primera comunión.
Cada quien tiene sus tiempos para descubrir y conocer a Dios. Con esos sentimientos
vamos a acompañar a ella. Pero también renovemos nosotros la conciencia de ser
hijos de Dios, ser discípulos misioneros suyos, ser enviados para hacerlo
presente a través de nosotros en medio de nuestro mundo. Que así sea.