Homilía – ¿Por qué Jesús es a la vez cordero y pastor?- 8/05/22
«El cordero que está en el trono será su pastor, y los conducirá a las fuentes del agua de la vida y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima» (Apocalipsis 7, 15-17).
Esta visión se ha cumplido cuando Jesús afirma su rol de Pastor: “Mis ovejas escuchan mi voz, y yo les doy la vida eterna”. ¿Por qué Jesús es a la vez cordero y pastor? El pastor es el que cuida el rebaño, lo acompaña, lo defiende, lo protege, lo cura, lo guía, lo va acompañando en el camino, lo lleva a buenos pastos. El cordero es un miembro del rebaño, es una experiencia distinta, es aquel que va atravesando por las mismas dificultades y por las mismas alegrías que va viviendo el rebaño.
Es importante distinguir los perfiles y descubrir la complementariedad de ambos roles. Jesús los realiza a la perfección y por ello se convierte en camino, verdad y vida, y además lo ofrece a todos sus discípulos.
Jesús es el pastor porque él es el maestro, que conoce al Padre y el único que lo puede revelar, por eso es el maestro perfecto. No nos transmite solamente doctrina, como un perito en una especialidad concreta, es algo más que eso, ya que la enseñanza la ha puesto en práctica existencialmente, él mismo la ha vivido con ejemplar coherencia. Por tanto atrae, enseña, y convence más con el testimonio por ser el Cordero de Dios, que con el discurso y la exposición de conceptos.
Jesús es el pastor-maestro, porque ha asumido la misión del Padre de venir a ser cordero, y en ese trance de ser cordero, de atravesar por la vida humana, ha sido acompañado por el Espíritu Santo como cordero, y esa es la vocación de todos nosotros, ser corderos, teniendo siempre nuestros oídos abiertos a la voz de nuestro pastor, y ser conducidos por el Espíritu del Señor.
Un cordero, una oveja no deben dispersarse y andar solos porque ignoran el camino y cómo superar los peligros. No podrán salir adelante, al ser atacados por el lobo, figura que representa el mal en todas sus seducciones del poder, del tener y de la búsqueda insaciable del placer.
Por ello, necesitamos de estar unidos al rebaño, que es la familia, la comunidad, la iglesia para afrontar y superar la tendencia de ejercer la libertad por encima del bien común, tendencia que propicia el individualismo y conduce fácilmente al libertinaje, consistente en libertad absoluta y sin límites para que cada quien haga de su vida lo que quiera, sin entenderse de los demás, y que está enraizándose intensa y aceleradamente en la sociedad; y lamentablemente su consecuencia es la angustia existencial en sus múltiples modalidades.
En la noche de la vida, en la oscuridad y la soledad estéril es más indispensable la compañía del Pastor y de la comunidad. De ahí que haya que evitar el aislamiento y la soledad buscada como evasión de los demás. La noche es momento de compartir la intimidad espiritual del Pastor con su rebaño, y los corderos entre sí, con la mirada en el nuevo amanecer, que suscita la esperanza. Hay tantos cristianos que se alejan cuando más necesitan del compartir la escucha y la puesta en común de lo acaecido.
Jesús atravesó por todas la dificultades de la vida, como también vivieron sus primeros discípulos, predican, enseñan y dan testimonio en qué consiste ser cordero, discípulo de Jesús y con su testimonio de vida generan conflicto ante los instalados en sus interpretaciones egoístas, que defienden a toda costa sus intereses, sus seguridades, y no toleran que se les cuestione su estilo de vida. Así los Escribas y Fariseos se molestan movidos por el celo y la envidia de ver que los discípulos de Jesús empiezan a tener éxito y a ser seguidos, como lo narra la primera lectura de hoy.
Seguir a Jesús pastor y cordero es nuestra vocación, esa es la vocación que hoy la Iglesia está tratando de renovar en la conciencia de todos los fieles, ser discípulos de Jesucristo, miembros de la comunidad de los discípulos, porque somos corderos y necesitamos unos de los otros para formar el Pueblo de Dios, es decir, para integrar la familia de Dios.
Preguntémonos por tanto, si reconozco y valoro la importancia de la comunión y de la unidad en la Iglesia. Pues aunque seamos discípulos-corderos llamados a ser evangelizadores de nuestros prójimos, especialmente de los más alejados, es una tarea que no podemos hacerla aisladamente. Sólo Jesús, porque era quien conocía al Padre, y era acompañado por el Espíritu Santo, puede ser el pastor-cordero, como dice el texto del Apocalipsis, que está en el trono y los conducirá a las fuentes de la vida y Dios enjugará de sus ojos toda lágrima.
Por eso es conveniente cuestionarnos con frecuencia: ¿Descubro en mi experiencia a Jesús como la Puerta, y como mi guardián y guía, en mi vida? ¿Lo percibo a través de mis padres, de los sacerdotes, de mis mayores?
El tener una libertad que no va unida con la decisión de un compromiso, me pone en grave riesgo de ser atado irremediablemente a dar satisfacción sin ningún control de mis pasiones. De ahí la importancia de descubrir la vocación que me permitirá descubrir para qué me ha concedido Dios la vida. Habitualmente se le tiene miedo a un compromiso y a una responsabilidad definitivas, cuando es precisamente el camino para desarrollar en plenitud las capacidades y habilidades de cada ser humano.
Hoy celebramos la 59 Jornada Mundial de la Vocaciones, tomemos conciencia de la necesidad de orar, para que todos descubramos nuestra vocación y la misión que Dios suscita en medio de mis circunstancias.
De manera específica oremos por los adolescentes y jóvenes para que encuentren la ayuda necesaria y asuman un camino fecundo de discernimiento vocacional, que los lleve a las decisiones maduras y responsables, que les sean fuente de alegría y esperanza, al descubrir, asumir y vivir la misión, que Dios les confía.
Acudamos a Nuestra Madre, María de Guadalupe, quién mejor que ella nos ayudará para seguir su ejemplo, y poder decirle a Dios, Nuestro Padre como ella lo hizo: He aquí la esclava del Señor, que se cumpla en mi tu palabra.
Oración
Madre Nuestra, María de Guadalupe, la Iglesia en camino hacia el Sínodo 2023 dirige su mirada a todos los jóvenes del mundo.
Te pedimos para que con audacia se hagan cargo de la propia vida, vean las cosas más hermosas y profundas y conserven siempre el corazón libre.
Acompañados por guías sapientes y generosos, ayúdalos a responder a la llamada que tu Hijo Jesús ha dirigido a cada uno de ellos, para realizar el propio proyecto de vida y alcanzar la auténtica felicidad.
Mantén abiertos sus corazones a los grandes sueños y haz que estén atentos al bien de los hermanos.
Ayúdanos para que estén también ellos al pie de la Cruz, y como Juan el Discípulo amado, formen parte de la Iglesia, recíbelos y anímalos como tu Hijo te encomendó desde la Cruz, para que sean testigos de la Resurrección, y sepan reconocerlo y anunciar su presencia en medio de nosotros.
Amén.