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El Arzobispo Carlos Aguiar Retes Preside La Misa Dominical. Foto: Basílica De Guadalupe/Cortesía.

Homilía- Las exigencias del Espíritu Santo- 26/06/22

“Los exhorto…., a que vivan de acuerdo con las exigencias del Espíritu; así no se dejarán arrastrar por el desorden egoísta del hombre. Este desorden está en contra del Espíritu de Dios, y el Espíritu está en contra de ese desorden”.

Cualquier institución plantea sus exigencias o requisitos para participar en ellas, sea para colaborar sea para recibir sus beneficios. El espíritu que integra nuestro ser y le da vida a nuestro cuerpo también tiene sus exigencias, asumiéndolas obtendremos el orden interno que nos proporcionará la paz interior. Con ella podremos afrontar las adversidades y sufrimientos, pero especialmente el desorden que procede del egoísmo.

¿Cómo podremos obtener la capacidad para vivir de acuerdo con las exigencias del Espíritu, y superar el desorden?

Hoy tanto la primera lectura como el Evangelio narran relatos vocacionales: el Profeta Elías llama a Eliseo para que sea su sucesor y continúe la labor profética en favor del pueblo de Israel y le transmite su espiritualidad, que dará a Eliseo la sabiduría y la fortaleza para continuar la obra del Profeta Elías, a quien se le reconoce como Padre del Profetismo en Israel:

“El Señor le dijo a Elías: Unge a Eliseo, el hijo de Safat, originario de Abel-Mejolá, para que sea profeta en lugar tuyo. Elías partió luego y encontró a Eliseo, hijo de Safat, que estaba arando. Delante de él trabajaban doce yuntas de bueyes y él trabajaba con la última. Elías pasó junto a él y le echó encima su manto. Entonces Eliseo abandonó sus bueyes, corrió detrás de Elías”.

Y Jesús de camino a Jerusalén encuentra a dos que quieren seguirlo y otro a quien en el camino lo invita como discípulo. Ninguno de los tres logran seguirlo dos ponen condiciones previas, y otro no se decide al escuchar la advertencia de Jesús: «Las zorras tienen madrigueras y los pájaros, nidos; pero el Hijo del hombre no tiene en dónde reclinar la cabeza”.

Vocación, respuesta, y seguimiento o discipulado son tres dimensiones fundamentales que desarrolladas, garantizan la capacidad para vivir de acuerdo con las exigencias del Espíritu.

La Vocación o llamada de Dios consiste en descubrir mis potencialidades, habilidades, y capacidades; en una palabra es el conocimiento de sí mismo. A partir del conocerme y aceptar lo que soy y no simplemente soñar en lo que quisiera ser, garantizaré alcanzar la plenitud del desarrollo adecuado de mi persona, y percibiré la creciente satisfacción de realizar mis responsabilidades a pesar de los esfuerzos y renuncias que deba asumir.

Decidiendo responder positivamente a la vocación que descubra y siendo fiel a ella, constataré con gratitud el don de la vida, y descubriré el amor de Dios Padre, quien me la regaló, y también de quienes fueron mis progenitores.

Llevando a cabo este proceso de respuesta y siguiendo a Jesucristo, conociendo y meditando los Evangelios, y preguntándome con frecuencia, qué se mueve en mi interior a la luz de esos relatos, y confrontándolos con los acontecimientos, que me cuestionan o que me dan satisfacción interior y alegría, descubriré el acompañamiento de Dios y el fortalecimiento de mi voluntad para ordenar mis pasiones e instintos y sean acordes a las enseñanzas de Jesús y de la Iglesia.

Si además comparto mi proceso personal en la propia familia, en los círculos de amistad, en alguna asociación o movimiento apostólico de la Iglesia, evitaré caer en radicalismos y posicionamientos, que frenan la apertura y flexibilidad para el diálogo y me capacitaré para la relación positiva con todo tipo de personas.

Entonces asumiré con plena convicción, lo afirmado por San Pablo: “Cristo nos ha liberado para que seamos libres. Conserven, pues, la libertad y no se sometan de nuevo al yugo de la esclavitud. Su vocación, hermanos, es la libertad. Pero cuiden de no tomarla como pretexto para satisfacer su egoísmo; antes bien, háganse servidores los unos de los otros por amor. Porque toda la ley se resume en un solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Pues si ustedes se muerden y devoran mutuamente, acabarán por destruirse”.

Por tanto, siguiendo el testimonio de vida de Jesús y de sus enseñanzas aprenderemos a respetar a los demás, independientemente si sus respuestas son satisfactorias o contrarias a lo que esperábamos. Por eso en el Evangelio de hoy escuchamos cómo Jesús reprende a sus discípulos:

“Jesús tomó la firme determinación de emprender el viaje a Jerusalén. Envió mensajeros por delante y ellos fueron a una aldea de Samaria para conseguirle alojamiento; pero los samaritanos no quisieron recibirlo, porque supieron que iba a Jerusalén. Ante esta negativa, sus discípulos Santiago y Juan le dijeron: «Señor, ¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?» Pero Jesús se volvió hacia ellos y los reprendió”.

Preguntémonos si he descubierto mi vocación y si he vivido acorde a ella, y qué experiencia considero he adquirido en mi manera de relacionarme con los demás. Para ser fiel a mi vocación y tener una experiencia positiva es indispensable la oración. Hoy el Salmo, después de la primera lectura expresaba esa necesidad al decir: “Bendeciré al Señor, que me aconseja, hasta de noche me instruye internamente. Tengo siempre presente al Señor y con él a mi lado, jamás tropezaré”.

De manera ejemplar éste fue el camino que siguió, Nuestra Madre, María de Guadalupe, acudamos a ella con plena confianza, para que nos sostenga en nuestra respuesta vocacional con su amor y cariño, porque esa es la causa por la que desde hace 5 siglos ha venido al Tepeyac para acompañarnos en la misión de hacer presente a su Hijo Jesucristo en el mundo.

Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, en la dramática situación actual, llena de sufrimientos y angustias que oprimen al mundo entero, acudimos a ti, con plena confianza, mueve nuestro corazón para colaborar y promover que cada persona cuente con la alimentación y los demás recursos que necesita.

Ayúdanos a fortalecer las familias para que compartiendo las características de la mujer y del varón, expresen la importancia de la complementariedad de los papás, y faciliten en los hijos la educación para adquirir los valores de la fraternidad y de la solidaridad, y sean faros de luz en nuestra sociedad.

Que podamos sentir ahora más que nunca que todos estamos interconectados y que somos interdependientes, permítenos escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres. Que todos estos sufrimientos sean los dolores del nacimiento de un mundo más fraterno y sostenible.

Madre de Dios y Madre nuestra, buscamos refugio bajo tu protección. Trasforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad para que podamos experimentar una verdadera conversión del corazón.

Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de
Guadalupe! Amén.

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