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HOMILÍA DEL CARDENAL CARLOS AGUIAR RETES, 19 DE NOVIEMBRE 2023

¿Cuál es el plan de Dios para la humanidad?

Dichoso el hombre que encuentra una mujer hacendosa… Su marido confía en ella y, con su ayuda, él se enriquecerá. Todos los días de su vida le procurará bienes y no males”.

La relación Varón – Mujer, Dios la ideó para generar la imagen y semejanza de Dios Trinidad. La unión del hombre y la mujer es para compartir la vida, y en ella la sexualidad para generar los hijos; así surge la familia. Es precisamente la familia y las diversas relaciones fraternas y de amor, lo que refleja el ser de Dios, que siendo tres personas distintas, se entienden perfectamente, de tal manera que son un solo Dios. Bajo ese modelo de diversidad en la unidad, debe desarrollarse la familia: Padre, Madre e Hijos.

La educación en el seno de la familia como cuna del amor, desarrolla a la persona para capacitarla en sus relaciones con los demás prójimos de manera positiva, independientemente de su posición social; será capaz de auxiliar, especialmente a los más pobres: sean indigentes, abandonados, migrantes, reclusos, y cualquiera que se encuentre necesitado de ayuda.

Este es el plan de Dios para la humanidad. Mientras más nos acerquemos a vivirlo será mas fácil superar los desafíos sociales, mientras más nos alejemos de este modelo, la sociedad en todos los pueblos y naciones se les dificultará la Paz Social, al interno de cada país y en la relación de los pueblos y naciones entre sí.

Una de las causas raíz de nuestra actual sociedad en México, y en general en muchos otros países, es sin duda la violencia intrafamiliar, ya que lo que debería de ser cuna del amor, se convierte en cuna de la violencia y del odio. Lo cual estamos constatando lamentablemente con tantos jóvenes, que sin ninguna consideración previa, aceptan incorporarse a las filas de la Delincuencia organizada. Los movimientos eclesiales en favor de la formación para novios, matrimonios jóvenes, y ya mayores, son de enorme auxilio para favorecer y ayudar a las nuevas generaciones a que valoren el matrimonio y la familia como una gran don de Dios y lo vivan testimoniando con su alegría, fidelidad y solidaridad, que Dios está presente en medio de nosotros.

Busquemos y pongamos todo nuestro empeño en tener la confianza en el Plan de Dios. En esto consiste tener el temor de Dios, es aceptar como verdad, lo que se encuentra en la Palabra de Dios; como lo que hoy respondimos en el Salmo:

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos: comerá del fruto de su trabajo, será dichoso, le irá bien. Su mujer como vid fecunda, en medio de su casa; sus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de su mesa. Esta es la bendición del hombre que teme al Señor”.

Desde esta consideración de la primera lectura y el Salmo responsorial, podremos también interpretar la Parábola de los talentos que el Evangelio nos transmite este domingo, y escuchar al término de nuestra vida estas palabras:

Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor”.

Y así evitaremos que al final de nuestras vidas, nos dirija Dios lo que respondía al que no desarrolló sus capacidades ni talentos, sino que los enterró, dejándolos de lado:

Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado. ¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez. Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene. Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación”.

San Pablo en la segunda lectura nos alerta con gran claridad al decirnos que el momento final de nuestra vida es incierto cuando sucederá, al igual que el tiempo sobre el final de este mundo:

Hermanos: Por lo que se refiere al tiempo y a las circunstancias de la venida del Señor, no necesitan que les escribamos nada, puesto que ustedes saben perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo: ¡Qué paz y qué seguridad tenemos!, de repente vendrá sobre ellos la catástrofe, como de repente le vienen a la mujer encinta los dolores del parto, y no podrán escapar”.

Y a nosotros los creyentes y discípulos de Jesús, que seguimos sus enseñanzas y tenemos en cuenta el testimonio de su vida terrena al encarnarse en el seno de María, nos alienta con estas palabras:

Pero a ustedes, hermanos, ese día no los tomará por sorpresa, como un ladrón, porque ustedes no viven en tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y las tinieblas…. Por tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente”.

Acudamos pues, con todo confianza a Nuestra Madre, María de Guadalupe, abrámosle nuestro corazón y en un breve momento de silencio expresémosle nuestras angustias y preocupaciones, y también comuniquémosle agradecidos nuestras experiencias y aspiraciones para ser buenos y fieles discípulos de Jesucristo.

Tú, Madre querida, bien conoces que Dios es amor, y que nos ha creado a su imagen para hacernos custodios de toda la creación. Abre nuestras mentes y toca nuestros corazones para que respondamos favorablemente, cuidando la creación y heredemos en buenas condiciones nuestra Casa Común a todas las criaturas, especialmente a las generaciones futuras.

Particularmente pedimos tu intercesión en esta Jornada Mundial de los Pobres para que eduques con tu amor y tu ternura nuestros corazones y seamos sensibles, especialmente con los que viven cualquier tipo de pobreza en nuestra sociedad.

También invocamos tu auxilio por todas las familias en nuestra Patria querida, para que encontremos los caminos de la reconciliación y obtengamos la paz al interior de cada una, y en la relación de unas con otras, en las vecindades, cotos y departamentos, y también en nuestra manera de comportarnos al transitar por las calles y comercios.

Con gran confianza ponemos en tus manos al Papa Francisco, fortalécelo y acompáñalo en su ministerio pontificio. Ayúdanos a responder a su llamada para que renovemos nuestra aspiración de ser una Iglesia Sinodal, donde todos seamos capaces de escucharnos, de discernir la voluntad de Dios Padre, de ponerla en práctica, y transmitirla a nuestro prójimos.

Todos los fieles presentes este Domingo nos encomendamos a Ti, que brillas en nuestro camino como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de Guadalupe! Amén. 

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