“¿Qué necesito hacer para responder al regalo de la vida, que Dios me otorgó?” – HOMILÍA 26 FEB 2023
“Después de haber creado el cielo y la tierra, el Señor Dios tomó polvo del suelo y con él formó al hombre; le sopló en las narices un aliento de vida, y el hombre comenzó a vivir”.
Lo primero es reconocer que la vida es un regalo de Dios, que yo no lo pedí, me fue otorgado. Y, ¿para qué me ha otorgado Dios este don? Para que descubramos la vida como la expresión de quien me ama, para que descubramos a Dios Creador.
La finalidad es tomar conciencia del regalo, y descubrir que mi espíritu me ofrece la posibilidad de conocer lo que me rodea, y aprender que no soy el único, no estoy solo, que formo parte de la humanidad, y que estoy llamado a relacionarme con los demás. Esa relación me exige aprender a comportarme de manera positiva, fraterna y solidaria, así encontraré la alegría y la paz interior, que instintivamente buscamos.
Para ello, la generación que nos precede nos ha heredado un determinado contexto social y cultural, que tiene sus ventajas y sus deficiencias, lo cual genera la necesidad del aprendizaje, de la educación para desarrollar mis capacidades y mis potencialidades. De aquí se desprende la importancia de la familia, de la escuela y de la determinada cultura, entendida ésta, como el estilo de vida social, que desarrolla cada población.
Ahora bien, ¿qué necesito desarrollar para responder positivamente al regalo de la vida, que Dios me otorgó? Descubrir nuestra propia conciencia y libertad para elegir el bien y evitar el mal. Lo anterior me conduce a la necesidad de aprender a decidir con plena libertad; advirtiendo lo que beneficia y lo que perjudica.
La primera lectura del libro del Génesis, que hemos escuchado, relata la complicación y confusión, cuando no he aprendido a descubrir lo que realmente es un bien; y por tanto, caer en la tentación de elegir un mal, que me ha sido presentado como si fuera un bien.
“El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles,… y además, en medio del jardín, el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal”… “La serpiente, que era el más astuto de los animales… dijo a la mujer: ¿conque Dios les ha prohibido comer de todos los árboles del jardín? La mujer respondió: Podemos comer del fruto de todos los árboles del huerto, pero del árbol que está en el centro del jardín, dijo Dios: No comerán de él ni lo tocarán, porque de lo contrario, habrán de morir”.
Por una parte Dios les prohibe comer algo que será fatal, traerá la muerte. Sin embargo la serpiente les convence, afirmando que lo prohibido, en realidad es un enorme bien, generando así la seducción y la caída en la tentación: “La serpiente replicó a la mujer: De ningún modo. No morirán. Bien sabe Dios que el día que coman de los frutos de ese árbol, se les abrirán a ustedes los ojos y serán como Dios, que conoce el bien y el mal”.
La clave para superar siempre una seducción es desarrollar el arte del Discernimiento, es decir: la capacidad para distinguir entre el bien y el mal, y en consecuencia elegir el verdadero bien.
Para adquirir la capacidad de discernir es indispensable superar la ambición, la codicia, y la soberbia, la autosuficiencia de no depender de nada ni nadie para ejercer mi libertad; y el deseo del pleno y absoluto ejercicio de libertad; lo cual me conduce al egoísmo, y finalmente a la esclavitud de los vicios, que se adquieren con el libertinaje.
En el Evangelio de hoy vemos precisamente como Jesús vence la seducción, y supera la tentación. Lo hace teniendo en cuenta la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura.
La gran tentación es poner a prueba a Dios, querer saber que contamos con Él: “Si eres el Hijo de Dios, échate para abajo, porque está escrito: Mandará a sus ángeles que te cuiden y ellos te tomarán en sus manos, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.” Jesús respondió: “También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios”.
Por ello, será fundamental para todo discípulo de Cristo, leer y meditar la Biblia, especial y prioritariamente los Evangelios. Así aprenderemos, del testimonio de Jesús y de sus enseñanzas, el arte del discernimiento entre el bien y el mal, para evitar instrumentalizar la Palabra de Dios.
La tercera tentación, que el demonio le presenta a Jesús, nos deja una gran lección al indicar la forma de vencer la seducción, que conduce al extendido mal de la corrupción: “Luego lo llevó el diablo a un monte muy alto y desde ahí le hizo ver la grandeza de todos los reinos del mundo y le dijo: Te daré todo esto, si te postras y me adoras. Pero Jesús le replicó: Retírate, Satanás, porque está escrito: Adorarás al Señor, tu Dios, y a él sólo servirás”.
El inicio de la corrupción es tranzar con el mal para obtener lo que deseo: “Te daré todo esto, si te postras y me adoras”.
San Pablo, añade un elemento importante para fortalecer nuestra opción por el bien: “si por el pecado de un solo hombre estableció la muerte su reinado, con mucha mayor razón reinarán en la vida por un solo hombre, Jesucristo, aquellos que reciben la gracia sobreabundante que los hace justos”. Indica así la importancia de inducir y promover el bien, aunque al inicio sea de manera individual, pero que convenza y atraiga al resto de los miembros de nuestra comunidad: se la familia, parroquia, asociación, o institución en la que nos encontremos.
La Cuaresma es un tiempo cuya finalidad es entrar en nuestro interior, mediante la oración y el ayuno para descubrir lo que Dios espera de mí. A la par, podré detectar mis faltas, mis fallas, y rectificar camino donde hubiere necesidad. Los invito a orar con el Salmo que proclamábamos: “Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu”. Siguiendo así el ejemplo de Nuestra Madre, María de Guadalupe.
Madre de Dios y Madre nuestra, conscientes del tiempo tan desafiante que vivimos ante tanta ambigüedad y confusión de mundo actual, donde ha crecido la violencia y el odio, y aunque los acontecimientos de nuestra existencia parezcan tan trágicos y nos sintamos empujados al túnel oscuro y difícil de la injusticia y el sufrimiento, ayúdanos a mantener el corazón abierto a la esperanza, confiando en Dios que se hace presente, nos acompaña con ternura, nos sostiene en la fatiga y, orienta nuestro camino para estar vigilantes, buscando el bien, la justicia y la verdad.
Con tu cariño y ternura transforma nuestro miedo y sentimientos de soledad en esperanza y fraternidad, para lograr una verdadera conversión del corazón, y generemos una Iglesia Sinodal, aprendiendo a caminar juntos; así seremos capaces de escuchar y responder al clamor de la tierra y al clamor de los pobres.
Señora y Madre nuestra, María de Guadalupe, consuelo de los afligidos, abraza a todos tus hijos atribulados, ayúdanos a manifestar a través de nuestras vidas que Cristo, tu Hijo Jesús, vive en medio de nosotros, y nos convirtamos así en sus discípulos y misioneros en el tiempo actual.
Nos encomendamos a Ti, que siempre has acompañado nuestro camino, como signo de salvación y de esperanza. ¡Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen, María de
Guadalupe! Amén.