Nuestra Señora de la Merced
Entre los siglos XIII y XVI era común el secuestro. Algunos musulmanes interceptaban los barcos y tomaban cautivos a los cristianos para cobrar después un rescate por ellos. Lamentablemente no todos los familiares tenían dinero para pagar el rescate y muchos morían en el cautiverio. En esas circunstancias se inició la devoción a la Virgen de la Merced que tiene su origen en la noche del 1 de agosto de 1218, fecha en que, por separado, la Virgen María se apareció a tres hombres: San Pedro Nolasco, noble y rico francés; San Raimundo de Peñafort, teólogo dominico y predicador español, y Jaime I el Conquistador, rey de Aragón.
Ella les pidió que fundaran una orden religiosa destinada a ayudar y redimir a los cristianos cautivos. Después de aquella aparición, los tres hombres se comunicaron entre sí y fundaron la “Orden de Nuestra Señora de la Merced, redención de cautivos”. Reconociendo el gran servicio que esta Orden prestaba a la Iglesia, el Papa le dio su aprobación e instituyó el 24 de septiembre como fiesta de Nuestra Señora de la Merced. Los miembros de la Orden visten hábito y escapulario blanco, y con el mismo hábito mercedario vistieron la imagen de la Virgen que sostiene en brazos al niño Jesús.